Japón.-

Para Tetsuya Masaki, rebanar carne de ballenas forma parte de su día a día en la localidad japonesa de Minamiboso, donde la caza y el consumo de estos cetáceos es una antigua tradición.

En la pequeña ciudad costera del Pacífico, a unos 70 kilómetros de Tokio, opera una de las pocas empresas balleneras, Gaibo Hogei.

Masaki, que trabaja para Gaibo Hogei, admite que la industria ballenera local se ha reducido pero asegura que todavía es parte «indispensable» de la ciudad, especialmente en el verano durante la temporada de caza.

Japón fue foco de controversia en diciembre cuando se retiró de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para retomar la caza comercial de ballenas como parte de su patrimonio cultural.

El consumo anual de carne de ballena en Japón ha pasado de 200.000 toneladas en los años 1960 a menos de 5.000 toneladas en la última década, según los datos más recientes de la Agencia de Pesca. El sector sobrevive gracias a los subsidios del gobierno, de alrededor de 5.000 millones de yenes (un poco más de 40 millones de euros y 45 millones de dólares).

Las ballenas son desmembradas delante de residentes, estudiantes y turistas invitados con el fin de preservar y enseñar la historia de esta práctica regional existente desde hace 400 años.

Yoshinori Shoji, presidente de Gaibo Hogei, considera que la decisión de Japón de retirarse del tratado llegó «demasiado tarde pero fue la correcta».

La empresa de Shoji captura anualmente 26 ballenas gigantes y las transporta al puerto de Wada, una de las cinco bases del país para la caza de ballenas.

Ahora se prepara para poder cazar ballenas minke (protegidas por el tratado) una vez que Japón abandone formalmente la CBI en junio.

Por: AFP