Ecuador. 

La presencia de contaminantes emergentes en el agua de los ríos y del mar está directamente vinculada al turismo costero. Así lo sugiere un estudio realizado en la provincia de Esmeraldas, en Ecuador, publicado en Science of The Total Environment.

Los contaminantes emergentes son un grupo diverso de sustancias de reciente detección en el ambiente, como medicamentos, productos de cuidado personal o de limpieza del hogar y productos agrícolas, entre muchos otros.

A finales de 2019, Isabel Cipriani Ávila, docente-investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y autora principal de la investigación, y sus colaboradores, habían evaluado la calidad del agua en ese popular destino local. Poco después se inició el confinamiento para evitar la propagación de COVID-19 y el flujo de turistas descendió.

“En noviembre de 2020 regresamos a tomar muestras y aprovechamos para hacer la comparación de contaminantes emergentes antes y durante la pandemia, la cual fue una oportunidad de demostrar el impacto tan fuerte que tiene el turismo y nuestros hábitos en el ambiente”, dijo Cipriani Ávila en entrevista con SciDev.Net.

El equipo se enfocó en identificar y cuantificar cafeína, acetaminofén (paracetamol), diclofenaco, trimetoprima y sulfametoxazol en 10 desembocaduras de ríos y 14 playas de Esmeraldas. Dichos compuestos fueron seleccionados debido a que el Ministerio de Salud Pública de Ecuador los considera de alto uso entre la población.

“Lo que más nos sorprendió fue observar las mayores concentraciones de contaminantes emergentes en dos puntos donde el grado de urbanización era bajo, pero que estaban muy cerca del sitio de descarga de aguas residuales de un gran resort”, señala la investigadora.

El análisis evidenció que la contaminación por cafeína y diclofenaco disminuyó notoriamente en el contexto del confinamiento, cuando no hubo turismo. De igual forma, la aparición y cantidad de las demás sustancias estudiadas fueron menores durante ese tiempo. El sulfametoxazol –un medicamento antibacteriano– resultó ser la excepción, pues no se detectó antes ni durante la pandemia.

Los contaminantes emergentes son de interés para los científicos no solo porque afectan la calidad del agua, sino por sus consecuencias en la vida silvestre y la salud humana. Asociarlos con una actividad económica específica –como se logró con el turismo en este estudio– es complejo, ya que en los ecosistemas acuáticos intervienen múltiples variables.

Para el coautor Jon Molinero, el caso de Esmeraldas evidencia el problema de la desigualdad en el acceso a una recreación con agua limpia en Ecuador: “Vemos que los desechos del turismo de alta gama están contaminando las zonas aledañas que son sede de pequeños hoteles y negocios con los que sobrevive gente humilde”.

Tal escenario podría estar repitiéndose en otros países de Latinoamérica, donde un cuarto de la población vive en las costas, según el Banco Interamericano de Desarrollo. En sus naciones caribeñas, el turismo equivale al 26 por ciento del Producto Interno Bruto total y en el resto de la región representa 10 por ciento, de acuerdo con un informe de 2020 elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

“El turista viene buscando aguas limpias donde bañarse, pero la propia actividad está dañando ese servicio. Si no ponemos algún tipo de control dejará de haber turismo simplemente porque las aguas no van a tener la calidad suficiente”, añade Molinero.

María Teresa Alarcón Herrera, quien no participó en la investigación, comentó a SciDev.Net que estas reflexiones constituyen la aportación más destacada del estudio en Esmeraldas.

“El diagnóstico ambiental que hacen es importante, pero además están entendiendo el tema desde el punto de vista económico. El llamado que hacen con su investigación es a mejorar los sistemas de tratamiento de aguas para que el turismo sea más sostenible”, apunta la académica del Centro de Investigaciones de Materiales Avanzados en México.

En América Latina apenas el 40 por ciento de las aguas residuales son tratadas, y las plantas que realizan ese proceso no son aptas para eliminar contaminantes emergentes. Germán Santacruz, quien tampoco participó en el estudio, relaciona esta deficiencia con el hecho de que la disposición final de los contaminantes emergentes a menudo no está regulada.

Estudios como el publicado en Science of The Total Environment “son relevantes para comprender el fenómeno de los contaminantes emergentes, pero también nos recuerdan que la manera de hacer frente a la ‘epidemia silenciosa’ que representan es transitar hacia una normatividad en nuestros países”, concluye el profesor del programa Agua y Sociedad del Colegio de San Luis en México.

Por: Carmina de la Luz.