Brasil. 

Luiz Lustosa, dedica su tiempo libre a reproducir abejas mandaguari, un tesoro poco conocido de Brasil. La poca protección frente al enjambre no es un descuido.

Estas abejas nativas, sin aguijón, conviven armónicamente con el ser humano y tienen un enorme potencial en la preservación ambiental. Lustosa se entusiasmó en la reproducción de seis especies cuando percibió con otros investigadores el peligro en el que se encuentran.

“Vimos juntos que había varias abejas que estaban en peligro y fuimos a estudiar para saber porque esas abejas estaban en peligro. Y vimos que no solo eran las abejas las que estaban en peligro. Era la naturaleza la que estaba en extinción”, dijo Luiz Lustosa.

En el instituto dicta talleres de cría y reproducción y vende panales y miel de abejas nativas.

“Trabajamos mucho con los niños para meterles en la cabeza que las abejas no pican. Las abejas son necesarias para el medio ambiente. Necesarias para nuestra naturaleza. Están aquí para ayudarnos”, dijo Lustosa.

De las 550 especies sin aguijón identificadas en países tropicales y subtropicales, unas 250 han sido encontradas en Brasil. Las abejas nativas están popularizarse más allá de los territorios indígenas y zonas apartadas donde se han aprovechado históricamente sus beneficios en el medio ambiente, la agricultura y la sociedad.

Muchos apuestan por panales de abejas nativas para polinizar y mejorar la productividad en cultivos de frutos rojos, peras o aguacates.

A diferencia de las africanas, que muchas veces buscan alimentos en restos de comida, las abejas nativas se alimentan solo de frutos y flores de árboles autóctonos.

“Dependen de la vegetación, dependen de que el bosque esté en pie. Entonces, en general, los apicultores son agentes de conservación”, comentó Jerónimo Villas Boas.

En cosmética o gastronomía también se ha comenzado a explorar el uso de su miel, considerada más saludable por su menor cantidad de azúcar y menor índice glucémico.

“La legislación brasileña siempre dijo que el 20% de humedad era la unidad estándar para poder llamarla miel. Y nuestras abejas nunca la tuvieron. Siempre van del 30 al 35%. Fermentan y le dan un carácter increíble a la miel”, comentó el chef Alex Atala.

El chef, responsable del restaurante de D.O.M. que ostenta dos estrellas Michelin, explora sabores locales en su cocina. La miel de estas abejas, con sabor y acidez diferentes según la especie, es codiciada.

“Tenemos un mundo tan rico como el vino por descubrir. Me atrevería a decir que tenemos mieles tan deliciosas como los vinagres balsámicos”, subrayó Atala.

El kilo de miel de abeja nativa llega a 55 dólares, mientras que el de abeja con aguijón, que produce hasta 30 veces más, se vende a 6 dólares. Pero las abejas autóctonas habían sido bastante olvidadas en la colonización de América.

La introducción de abejas con aguijón procedentes de África se atribuye a los jesuitas a comienzos del siglo XIX. Eran apreciadas debido a que producen una cera más espesa necesaria para fabricar velas.

“Comer nuestra biodiversidad va a generar valor, eso sí. Es que hay productos que hoy están olvidados, desvalorizados. Tal vez están presentes en la memoria de nuestros pueblos originarios, en nuestras poblaciones tradicionales. Es fundamental rescatar este saber y probar este sabor”, concluyó el chef.