Gaza.

Cada vez, más palestinos desplazados son víctimas de infecciones letales y se teme que la hepatitis, la diarrea y las enfermedades respiratorias puedan causar más muertes que las bombas y los misiles. En el sur de la Franja de Gaza, Dina Abu Tabsh lleva a su hija a una clínica en Jan Yunis.

“Mi hija tiene fiebre, tos y resfrío. Nos desplazaron a estas escuelas y hay muchos niños aquí. Los niños han tenido infecciones debido al hacinamiento. La situación es difícil tanto para mi hija como para los demás niños”, dijo Dina.

Pero no sólo la infraestructura sanitaria está desbordada, también faltan otras infraestructuras críticas, pues no hay suficiente agua potable ni alimentos. Muchos habitantes de Gaza sobreviven con una sola comida al día, dando prioridad a los niños.

A medida que más familias huyen del conflicto, las deficiencias sanitarias van afectando a todas las franjas asediadas, provocando enfermedades relacionadas con la higiene como las plagas de piojos y la sarna. Esto dificulta el control de los brotes de enfermedades por parte de las autoridades sanitarias.

“Ahora mismo no hay forma de controlar la propagación de los contagios, especialmente si la guerra continúa. Falta agua potable para el consumo humano junto con la escasez de energía y electricidad para hacer funcionar los generadores. A ello se suma el hacinamiento, el desplazamiento de gente a los refugios y la falta de suministros para limitar la transmisión de enfermedades”, detalló Osmar Asfour, trabajador sanitario.

Las organizaciones sanitarias han dado, reiteradamente, la voz de alarma para advertir de que la situación se vuelve cada día más terrible. Dina tuvo que esperar horas para comprar artículos de primera necesidad, como medicinas para su hija enferma.

Alrededor de 1,8 millones de habitantes en Gaza han sido ya desplazados, y las esperanzas de que la situación mejore se desvanecen.