Italia.

Un cubículo de pocos metros cuadrados con dibujos al carboncillo sobre la pared. Este es el cuarto secreto de Miguel Ángel, un almacén de la Basílica de San Lorenzo en Florencia escondía bajo dos capas de yeso unos bocetos de 500 años de antigüedad.

Hace unas tres décadas, las líneas del genial artista empezaron a transparentarse y las paredes hablaron. Miguel Ángel se escondió aquí durante dos meses en 1530, cuando fue perseguido por el Papa y la familia Médici por su apoyo a la República de Florencia. Aquí también dejó su huella.

“Este sitio impacta porque hay un ambiente cautivador. Lo mires por donde lo mires te seduce. Es como una cápsula del tiempo donde ves cómo se componía una obra de arte. Es hermoso”, relató Francesca de Luca, Conservadora del Museo Capillas de los Médicis.

Encerrado en esta pequeña habitación. Miguel Ángel encontró una manera de no aburrirse y también avanzar con su trabajo, utilizando la única superficie disponible para sus dibujos: las paredes de su escondite.

Entre estos bocetos y dibujos de Miguel Ángel, de algunos de sus aprendices y de otros artistas. Pero la mano del genio del Renacimiento es inconfundible.

“Estos dibujos en realidad son bocetos. Es un ejercicio mental del artista que lo traduce en dibujos. Hay algunos que realmente tienen una destreza y una energía, con un sello distintivo que los hace cualitativamente superiores a los demás”, explicó de Luca.

Bocetos de cuerpos y rostros, marcas negras del fuego de las antorchas, composiciones de cuerpos entrelazados y superpuestos cuentan la historia de un artista que nunca dejaba de estudiar ni de dibujar.

“Se relacionan generalmente con las pinturas de la Capilla Sixtina. En cierto modo también recuerdan a la creación con Dios Padre suspendido en el aire. Y aunque no es idéntico, sin embargo, recuerda bastante”, destacó de Luca.

El cuarto secreto de Miguel Ángel abre sus puertas con algunos de sus misterios aún por resolver.