Rio de Janeiro.
Tan solo en los últimos cuatro años se introdujeron al mercado brasileño 1.800 plaguicidas, la mayoría (59 por ciento) de procedencia china, según datos de un nuevo estudio publicado en la revista Third World Quarterly.
Un primer paso para que el nuevo gobierno enfrente esta situación sería derogar el decreto presidencial de 2021, que anticipa disposiciones contenidas en el proyecto de ley 6299, aún en trámite en el Congreso Nacional, conocido como “Proyecto de ley del veneno”.
Así lo señala a SciDev.Net la toxicóloga Karen Friedrich, investigadora del Centro de Estudios de la Salud del Trabajador y Ecología Humana de la Escuela Nacional de Salud Pública/Fiocruz.
Ella asegura que de aprobarse ese proyecto de ley se eliminarán partes de la legislación vigente que prohíbe el registro de sustancias que provoquen cáncer, mutaciones o trastornos hormonales, y reducirá el poder de los órganos de fiscalización, como la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria.
Para el geógrafo Marcos Pedlowski, las alternativas al uso de pesticidas serían la reforma agraria e incentivar la agricultura familiar y los policultivos.
“Estamos priorizando los monocultivos de exportación que son altamente dependientes de los plaguicidas. Necesitamos salir de esta dependencia del ciclo del veneno”, dice a SciDev.Net Pedlowski, investigador de la Universidad Estadual del Norte Fluminense (UENF), en Río de Janeiro y uno de los autores del estudio junto con investigadores de la Universidad de Helsinki, Finlandia.
Y Friedrich añade: “El país requiere adoptar un nuevo modelo agrícola basado en valores agroecológicos y en la producción orgánica”.
Si se considera a países con el mismo estándar agrícola y dimensiones territoriales comparables, y basándose en una relación kilos de pesticidas por hectárea (kg/ha), que es la metodología usada por la agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Brasil –con 2,77 Kg/ha– ocupa el segundo lugar entre los mayores consumidores del mundo, precedido solo por China (10,93 kg/ha) y seguido por Estados Unidos (2,38 kg/ha) y Argentina (2,37 kg/ha).
El uso de plaguicidas en Brasil pasó de 16.000 toneladas anuales a casi 500 mil en cinco décadas, según el referido estudio.
“Una de las consecuencias de usar esa cantidad de pesticidas altamente nocivos es la exposición creciente de personas a residuos de productos conocidos por causar diversos tipos de enfermedades”, señala Pedlowski.
Los pesticidas y la UE
Del conjunto de pesticidas aprobados por el anterior gobierno, un tercio están prohibidos en la Unión Europea. No obstante, muchos alimentos brasileños tratados con pesticidas prohibidos por la UE llegan al mercado europeo, del que Brasil es uno de los más importantes proveedores de productos agrícolas.
Pedlowski explica que la UE tiene criterios mucho más restrictivos para los límites de residuos en los alimentos que Brasil, por lo que cuando esos residuos superan lo permitido los gobiernos emiten alertas o incluso suspenden el ingreso de alimentos altamente contaminados. Y recuerda que hace algunos años Rusia emitió una advertencia sobre el exceso de glifosato en la soja brasileña.
En su informe anual de 2022 sobre residuos de pesticidas en alimentos, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria reveló que la mitad de frutas y verduras del mercado europeo están contaminadas con residuos de al menos un pesticida, mientras que una cuarta parte de ellas contienen un cóctel de hasta 15 residuos de plaguicidas.
“Pronto, los parlamentos nacionales europeos tendrán que ratificar una ley mucho más restrictiva con respecto a los alimentos contaminados con pesticidas. Ese será un tema para el cual Brasil deberá prepararse”, pronostica el investigador.
Sin embargo, entre los pesticidas introducidos en Brasil en los últimos cuatro años, el 4 por ciento proviene de empresas europeas. Es decir, si bien estos productos están prohibidos en países con regulaciones más exigentes, continúan vendiéndose en países del hemisferio sur con economías basadas en grandes extensiones de monocultivos de exportación, como Argentina y Brasil.
Es el caso del glifosato y de la atrazina, herbicidas que a pesar de estar prohibidos en Europa, son los más usados en los países tropicales “donde ocurren el 99 por ciento de intoxicaciones agudas asociadas”, revela el estudio.
El efecto devastador del uso indiscriminado de agroquímicos en la agricultura es retratado en el minidocumental argentino El costo humano de los agrotóxicos, que muestra las mutaciones genéticas y otras condiciones asociadas a la exposición al glifosato que han afectado a poblaciones de diversas provincias de ese país.
Ocho intoxicaciones diarias
En Brasil, según el Sistema de Información de Enfermedades de Declaración Obligatoria (SINAN), 25.106 personas resultaron intoxicadas con pesticidas entre 2007 y 2014, un promedio de ocho intoxicaciones diarias.
Además, según el informe más reciente de la red ambientalista Amigos de la Tierra – Europa, en Brasil cada dos días muere una persona intoxicada por pesticidas. El 20 por ciento de víctimas son infantes y adolescentes de hasta 19 años.
Los casos de intoxicación se concentran en el centro y sur de Brasil, precisamente donde se localizan los principales cultivos de agronegocios, como soja, maíz o caña de azúcar. Juntos, estos tres cultivos usan el 80 por ciento de todos los pesticidas aplicados.
Diversos estudios en esas regiones señalan una mayor incidencia de cáncer, problemas reproductivos, infertilidad masculina y malformación en bebés, principalmente debido a la exposición ocupacional de los trabajadores rurales.
Karen Friedrich, quien no participó en el estudio de Third World Quarterly, recuerda que una investigación reciente encontró rastros de pesticidas no solo en los alimentos sino también en el agua, a través de la contaminación del suelo y de la napa freática.
“La población en general consume pesticidas tanto en el agua como en los alimentos. Estamos comiendo y bebiendo nuestra dosis diaria de veneno”, asegura Friedrich a SciDev.Net.
La investigadora advierte que corremos el riesgo de consumir alimentos que contengan plaguicidas en dosis por encima de lo permitido (que se calculan para cada pesticida), además de una gran cantidad de diferentes sustancias en un mismo alimento.
“A lo largo del tiempo, las dosis repetidas de esos cocteles constituyen un riesgo elevado para la salud de la población”, complementa la biomédica.
De acuerdo con los investigadores, la creencia de que sin plaguicidas es imposible mantener el nivel de productividad agrícola que requiere la población humana, es un mito.
“Se trata más de un cambio en la forma de producción que de protección contra las plagas”, puntualiza Pedlowski. “Además, los altos costos de esos insumos repercuten sobre la producción de alimentos”, finaliza.
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