La inseguridad alimentaria en el hogar puede afectar negativamente el comportamiento y la salud mental de un recién nacido, y hacerlo más irritable e inflexible, muestra un estudio publicado en JAMA Pediatrics.
El trabajo es inusual porque pese a que hay mucha investigación sobre la desnutrición infantil en bebés mayores de nueve meses y niños se sabe poco sobre los impactos de una alimentación deficiente en los neonatos e incluso en su desarrollo durante el embarazo.
El problema es importante para las Américas, donde 1 de cada 10 bebés nace prematuramente, muchas veces como resultado de una alimentación deficiente. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud, en América Latina y el Caribe las complicaciones de la prematuridad son la primera causa de muerte infantil y principal razón de discapacidad en la infancia.
Para la pediatra Chidiogo Anyigbo, autora del estudio e investigadora del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati, Estados Unidos, una de las razones de la falta de estudios sobre recién nacidos es que a menudo se les ve como personas incompletas que no recordarán lo que les pasa.
“Pero sabemos que lo que ocurre en la niñez se prolonga hasta la edad adulta y, por tanto, es muy importante que nos centremos en ellos porque los primeros meses sientan las bases de gran parte de sus vidas”, dijo Anyigbo a SciDev.Net.
El estudio, realizado en EE.UU., analizó datos de más de 1.500 lactantes en sus primeros seis meses y comparó las necesidades sociales de sus familias relacionadas con su salud: necesidades básicas de alimentación, vivienda y seguridad, posibles irregularidades socioemocionales en los bebés a través de una herramienta conocida como Lista de Comprobación de Síntomas Pediátricos (BPSC, por sus siglas en inglés).
De todas las variables, la correlación más significativa fue entre la inseguridad alimentaria y problemas en el comportamiento de los neonatos. Sus resultados muestran que en 26 por ciento de las familias analizadas los bebés presentaron mayor inflexibilidad, irritabilidad y dificultad con las rutinas, por ejemplo, para dormir, respecto a bebés sin esas deficiencias.
“Son bebés inquietos, que se ponen tan irritables que es difícil consolarlos o calmarlos. Cuando pasan de una cosa a otra les cuesta mucho adaptarse”, dice la investigadora.
Para evaluar el nivel de inseguridad alimentaria de las familias usaron dos preguntas: ¿alguna vez le ha preocupado quedarse sin comida en los últimos 12 meses? y ¿alguna vez se quedó sin comida? Si responden ‘sí’, ‘quizás’, o ‘a veces’ significa que no tienen acceso suficiente a alimentos básicos para su hogar, ya sea porque les preocupa o porque se quedaron sin ellos.
“Los bebés tienen cierto nivel de comprensión de lo que hacen sus cuidadores; escuchan, miran y prestan atención a los adultos porque los necesitan para sobrevivir. Así que cuando los adultos están preocupados y estresados por satisfacer su necesidad básica de alimentación se compromete su capacidad de crear una relación segura, estable y afectuosa, y eso afecta su comportamiento”, explica la pediatra.
El estudio coincide con otros sobre la relación entre los recién nacidos y las carencias alimenticias, pero en los que se analizan los efectos de la desnutrición durante la gestación.
Una serie publicada en la revista The Lancet, lanzada en América Latina en noviembre de 2023, muestra que la inseguridad alimentaria también está asociada al nacimiento de bebés pequeños vulnerables (SVN, por sus siglas en inglés), un nuevo término que engloba a los recién nacidos pequeños, de bajo peso o prematuros.
Según esa serie, uno de cada cuatro bebés en el mundo nace demasiado pronto o pequeño. El 15,9 por ciento de los bebés nacidos en Latinoamérica entre 2012 y 2019 fueron pequeños y vulnerables, lo cual aumenta su riesgo de muerte o de vivir con secuelas, como problemas en su desarrollo y en su sistema inmune.
“Madres saludables darán lugar a niños saludables”, dice a SciDev.Net Luis Huicho, médico pediatra y profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, en Lima, Perú, quien es también uno de los autores de la serie de The Lancet.
“Pero estamos viendo que la falta de acceso a alimentos o malos hábitos alimenticios hacen que el crecimiento del bebé sea restringido dentro del útero y termine naciendo pequeño o que se desencadene el trabajo de parto antes de tiempo y resulte un recién nacido pretérmino”, explica.
Tanto Huicho como Anyigbo coinciden en que las intervenciones nutricionales pueden hacer una diferencia en el curso que tendrán los recién nacidos.
“Hay programas de emergencia, despensas de alimentos que ayudan a las familias a pasar el día y la semana”, pero también se requieren “intervenciones a largo plazo para asegurar que los hogares tengan estabilidad económica para cuidar de su familia”, dice Anyigbo.
De acuerdo con Huicho, hay múltiples intervenciones que pueden ayudar a prevenir problemas de nutrición en la madre y, en consecuencia, en el bebé, desde suplementos de micronutrientes hasta tratamientos para impedir que ciertas infecciones, como la malaria o la sífilis, afecten el desarrollo del feto.
El experto agrega que falta “que los gobiernos en cada país diseñen políticas públicas que permitan ofrecer ese conjunto de intervenciones a la población”.
Por: Aleida Rueda en SciDev.Net América Latina y el Caribe.
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