El agua dulce cubre menos del 1% de la superficie de la Tierra, pero alberga más del 10% de todas las especies conocidas, incluidas un tercio de los vertebrados y la mitad de los peces. Estos ecosistemas ofrecen múltiples beneficios, como el mantenimiento del ciclo de nutrientes, el control de inundaciones y la mitigación del cambio climático. Sin embargo, aunque actualmente están gravemente afectados por la pérdida de biodiversidad, no se han llevado a cabo evaluaciones exhaustivas sobre los riesgos de extinción de las especies que habitan en ellos.

Un nuevo análisis, publicado en Nature esta semana por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), ha identificado sus principales amenazas. “Nuestro conjunto de datos abarca unas 23.500 especies, que se encuentran en todo el planeta en distintos hábitats y se enfrentan a diferentes amenazas. Según nuestro trabajo, las más frecuentes para los animales de agua dulce son la contaminación, las presas y la extracción de agua, la agricultura y las especies invasoras”, explica a a SINC Catherine Sayer, directora de la unidad de biodiversidad de agua dulce de la IUCN.

 

Más información

 

El estudio abarca crustáceos decápodos, peces y odonatos (un orden de insectos que incluye a las libélulas y los caballitos del diablo). En general, cerca de una cuarta parte de estas especies corren un alto riesgo de extinción, y los decápodos tienen el mayor porcentaje de especies amenazadas (30%, en comparación con el 26 % de los peces de agua dulce y el 16% de los odonatos).

“Hemos extraído los datos de evaluación global de la página web The IUCN Red List of Threatened SpeciesTM sobre crustáceos decápodos de agua dulce, odonatos y peces”, explica la investigadora.

En el caso concreto de Europa, los científicos consideran amenazados de extinción el 34 % de las especies y el 12 % en nuestro país. “En España, la anguila europea es un pez de agua dulce en peligro crítico y el esturión europeo está extinto”, asegura Sayer.

Entre las especies estudiadas, el 54% de las amenazadas se consideran afectadas por la contaminación, el 39% por las presas y la extracción de agua, el 37% por el cambio de uso de la tierra y los efectos asociados de la agricultura, y el 28% por especies invasoras y enfermedades.

 

Reducir la pérdida de biodiversidad

 

Las especies amenazadas son aquellas que corren un alto riesgo de extinción en estado salvaje. Estas categorías se asignan a una especie aplicando criterios cuantitativos a los datos disponibles sobre la especie y atendiendo específicamente a los síntomas de extinción, como áreas de distribución restringidas, poblaciones en declive y pequeñas poblaciones.

“Es necesario reducir el impacto de estas actividades sobre los hábitats y las especies de agua dulce para evitar nuevos descensos y extinciones. Nuestro estudio subraya la importancia de aplicar medidas de conservación y gestión específicas para estos seres vivos, en lugar de dar por sentado que las medidas de conservación de los tetrápodos terrestres (anfibios, aves, mamíferos y reptiles), en los que suelen centrarse las medidas de conservación, bastarán para conservar las especies de agua dulce. Esto no es así debido a la diferencia de hábitats clave y amenazas entre ambos grupos”, enfatiza la científica.

 

Otros datos

 

Según los expertos, la desaparición de especies de este medio perturbará las interacciones de la fauna en los ecosistemas de agua dulce y podría provocar su colapso.

“Los impactos negativos sobre los hábitats de agua dulce afectarán a gran parte de la vida en la Tierra. Además, estos ecosistemas proporcionan servicios clave y su deterioro reducirá su capacidad de proporcionarlos. Además, el agua dulce sustenta la economía y los medios de vida de miles de millones de personas en todo el mundo”, continúa Sayer.

Esta es la primera publicación en la que se analiza el conjunto de datos sobre este tipo de fauna. “Como tal, no podemos mirar atrás a las tendencias pasadas porque este es un punto de partida. El objetivo de la Lista Roja de la UICN es reevaluar las especies cada 5 a 10 años para seguir la evolución del estado de la biodiversidad”, afirma la investigadora.

Los resultados del trabajo resaltan la necesidad urgente de abordar las amenazas para prevenir más disminuciones y pérdidas de especies. “De cara al futuro, tenemos previsto reevaluar todas las que ya hemos investigado y, una vez hecho esto, podremos volver a realizar el análisis para ver las tendencias”, concluye.