Los glaciares, a los que este jueves está dedicado el Día Internacional de las Montañas, son unos «indicadores perfectos» del calentamiento global y sus implicaciones mediombientales y sociales, coinciden los estudiosos de los ecosistemas montañosos.
En el Año de la Preservación de los Glaciares, el Día de las Montañas se suma a la causa con una llamada a cuidar esas reservas de hielo y nieve, fundamentales para la regulación del clima y el suministro de agua dulce a 2.000 millones de personas.
Balo el lema «Los glaciares son importantes para el agua, los alimentos y los medios de vida en las montañas y más allá», Naciones Unidas subraya el papel de las regiones montañosas como generadoras de agua y anima a tomar «acciones inmediatas para evitar la desaparición de los glaciares».
Se calcula que ya se han perdido 600 y que para 2050 desparecerá un tercio de los 18.000 que hay en 50 sitios Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Una señal de alerta
Luis Carcavilla, geólogo y alpinista, indica que las montañas «siempre están cambiando», aunque ahora «mucho más rápido».
La pérdida de los glaciares, añade, «es un proceso geológico tan evidente a los ojos de cualquiera» que se convierte en la mejor pista de lo que sucede.
«Los datos son contundentes sobre la subida de la temperatura a una velocidad anormal», comenta este investigador del Instituto Geológico y Minero de España. «Los glaciares son unos indicadores perfectos y nos alertan no solo de que el hielo se derrite, sino de otros cambios menos inmediatos», señala.
Contrario a «los mensajes alarmistas de ‘los glaciares se mueren'», Carcavilla subraya que allí donde desaparece un glaciar aparece un lago de alta montaña: «Es la transformación de un sitio en otro y una buena señal para reaccionar», observa.
El experto recuerda que los efectos del calentamiento y la pérdida de los glaciares pueden condicionar «cosas tan cotidianas como nuestras vacaciones».
«Como alpinista», relata, «hay vías de escalada que hacía en una época del año y que ahora debo hacer en otra o directamente no hacer porque son peligrosas: más avalanchas, más desprendimientos, el hielo abierto…».
«Pocas veces lo vemos tan evidente», asegura.
Paisajes que sufren
El ecuatoriano Fausto Sarmiento, jefe de la Comisión de Estudios de Montaña (CMS) de la Unión Geográfica Internacional, destaca que las montañas son «máquinas climáticas que regulan los ciclos del agua, carbono, fósforo o nitrógeno».
«Aportan fertilidad al suelo con los sedimentos erosionados de las alturas o con las cenizas volcánicas que se concentran en los valles, lo que significa que cerca de 3/4 de la población mundial dependen directa o indirectamente de las montañas», añade Sarmiento, profesor en la Universidad de Georgia (EE.UU.).
Junto a la dimensión económica y ecológica, recuerda que para muchos pueblos las montañas tienen una vertiente ontológica y son consideradas «paisajes vivos que sienten, sufren, protegen o castigan».
Hogar de 1.100 millones de personas
Las montañas son el hogar de casi 1.100 millones de personas y albergan el 50 % de las zonas críticas de biodiversidad. Proporcionan el 60-80 % del agua dulce del planeta.
Según la FAO, encargada de conmemorar este día, en los países en desarrollo las comunidades que habitan las montañas son habitualmente las más pobres.
Borja Antolín, presidente de Mountain Wilderness España, subraya la necesidad de aunar «la conservación de las montañas en un estado natural con la calidad de vida de las personas que viven allí».
«La pérdida de biodiversidad en las zonas de montaña es un problema delicado que no se está gestionando bien», opina, y alude al ejemplo de las estaciones de esquí.
«En un periodo en que cada vez hay menos nieve», dice, «en lugar de adaptarnos con proyectos sostenibles, se invierte en cañones de nieve artificial. Es un desarrollo cortoplacista», considera.
A su juicio, la riqueza que se genera con el esquí «no revierte en la generalidad de la población de la zona», que sufre problemas adicionales como la carestía de la vivienda.
«Hay estudios que señalan que el dinero que deja una estación de esquí no es más que el que deja un parque nacional», afirma Antolín.
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