Guadalajara, Jalisco
En la mesa redonda “Cómo funciona la edición genética CRISPR”, presentada por Julián Cerón y Gemma Marfany especialistas coincidieron en que la humanidad atraviesa “la revolución biológica más importante del siglo XXI”. El encuentro buscó explicar esta herramienta genética de forma accesible, sin perder de vista sus implicaciones científicas, éticas y sociales.
Julián Cerón explicó el funcionamiento de la técnica, destacando la combinación entre la proteína Cas9, las conocidas “tijeras moleculares”, y el ARN guía, descrito como un “GPS” que permite localizar un punto exacto del ADN.
“Esto verde que tenemos ahí es la proteína Cas9, que hace algo que es realmente magnífico y es que va a un lugar preciso del genoma de nuestro ADN y hace un corte de manera precisa, ¿no?”, señaló. La precisión, según dijo, permite corregir mutaciones mínimas, “Una sola letra en el genoma te puede dejar enfermo, paralizado, matarte. Podemos corregir esa letrita ahora, es algo alucinante”.
Cerón recordó que el origen de CRISPR proviene de una “gran batalla” evolutiva entre bacterias y virus que ocurre desde hace 3 mil millones de años, y destacó la importancia de la ciencia fundamental, “Entonces, aquí un pequeño alegato para la ciencia básica, para la ciencia que parece que no sirve para nada, pero luego alguien la rescata y sirve para mucho”.
Su grupo de investigación trabaja con nuevas nucleasas halladas en bacterias de aguas profundas, capaces de cortar ADN en condiciones de frío extremo. Estas herramientas podrían utilizarse para editar animales de sangre fría. La tecnología subrayó, tiene un alcance global, “Tenemos capacidad de editar el ADN de cualquier organismo del planeta”.
El investigador también aclaró diferencias cruciales en el debate del público, “Un transgénico no es un organismo editado por CRISPR… es indistinguible de una mutación natural”.
Desde la genética humana, Gemma Marfany concentró su participación en los usos de CRISPR para tratar enfermedades graves y en los dilemas éticos que acompañan su avance.
Recordó cómo la percepción de la técnica cambió en poco más de una década, “Lo que yo les voy a explicar hoy hace 10 o 15 años, yo les decía ‘Esto es ciencia ficción’. Es que ya no, es que ya lo tenemos encima de la mesa”.
Enfatizó que la edición genética ya permite intervenciones profundas, “Estamos en una revolución… en lo más importante del siglo XXI”. Sin embargo, advirtió que cada corte de ADN implica riesgos, pues la célula puede reparar el daño de formas distintas e impredecibles.
Las preguntas éticas son inevitables, “Si queremos utilizar estas herramientas tan poderosas en humanos, hay una serie de preguntas muy relevantes. La primera es, ¿para qué? ¿Con qué fin? ¿Qué objetivo?”.
Marfany detalló que CRISPR está aprobado para tratar padecimientos como anemia falciforme y betatalasemia, mediante terapias ex vivo que ya han curado a pacientes.
Sin embargo, el acceso es profundamente desigual, “Esta terapia, existe comercialmente, pero vale 3 millones de dólares por persona”. Y agregó, “Quizás lo que van a hacer es de que el mundo sea todavía más desigual”.
La experta también recordó que la modificación genética en embriones prohibida en diversas legislaciones altera no solo al individuo, sino a futuras generaciones. De ahí su advertencia, “Como más poderosa es una herramienta, más cuidado tienes que tener. Más consigues, pero más cuidado tienes que tener”.
Ambos especialistas coincidieron en que la comprensión pública y la regulación informada son esenciales, la edición genética, prometedora y disruptiva, obliga a encarar decisiones colectivas sobre su uso. Su avance, señalaron, no es solo científico: es político, ético y social.
Por; Farah Medina / NCC Iberoamérica
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