Guadalajara, Jalisco
En una de las salas más concurridas de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2025, tres voces especializadas se reunieron para hablar de un tema que, aunque parece lejano, nos atraviesa todos los días: la sexta extinción masiva de especies.
Un fenómeno tan rápido y profundo que, como advirtió la moderadora Catalina López-Sagástegui, “es comparable, al menos en velocidad, con las grandes extinciones que han moldeado la vida en los últimos 500 millones de años”. La diferencia es brutal: esta vez la catástrofe la causamos nosotros.
La evidencia en la Tierra: una pérdida sin precedentes
El doctor Gerardo Ceballos, uno de los científicos más influyentes en temas de conservación, no tardó en poner las cartas sobre la mesa. Con décadas de investigación en vertebrados, explicó que las tasas actuales de extinción son entre 100 y 1000 veces mayores que las registradas en millones de años de historia evolutiva.
“Lo que hoy desaparece en 100 años tendría que haberse extinguido en 10 mil o incluso 100 mil años”, subrayó.
Y los números continúan acumulándose, la mitad de los anfibios de México está en peligro de extinción; se han perdido 3000 millones de aves en Norteamérica en apenas 30 años; grandes mamíferos, reptiles e incluso microorganismos muestran señales de disminución.
Ceballos lo llama “aniquilación biológica”, un término que incluso generó resistencia editorial por “sonar demasiado alarmante”. Pero él insiste: no es alarmismo si los datos lo confirman.
Si lo terrestre ya suena devastador, lo que ocurre bajo la superficie puede ser aún más rápido y silencioso. El doctor Octavio Aburto, especialista en ecología marina, describió un panorama que pocas veces vemos reflejado en libros de texto (que, recordó, dedican menos de 1% de su contenido a mares y costas).
La evidencia es contundente, se han perdido 80–90% de los grandes depredadores marinos, como tiburones y atunes gigantes; México captura el 10% de los 100 millones de tiburones que se pescan en el mundo cada año; Arrecifes que hace 30 años eran vibrantes ahora lucen “despintados”; El país ha perdido 50% de sus manglares y 60% de sus pastos marinos.
“Los ecosistemas costeros se están colapsando en cascada”, explicó Aburto. Cuando cae un coral, un kelp o un manglar, detrás se van cientos de especies que dependen de ellos. Y con ellas, también se evaporan los servicios ambientales que protegen nuestras ciudades, como se vio en Acapulco, donde la pérdida histórica de manglares agravó el impacto del huracán Otis.
López-Sagástegui preguntó entonces: ¿cuál es la señal más clara de que el sistema planetario está entrando en una zona de peligro?
La respuesta de Ceballos fue directa: mirar la acumulación de especies en peligro y el colapso de poblaciones. “No solo se extinguen especies”, dijo, “también desaparecen individuos, comunidades enteras… se desarma la estructura que sostiene la vida”.
Ese desmantelamiento simultáneo, en tierra y mar, apunta a un sistema planetario que está perdiendo resiliencia. Y lo que antes tardaba cientos de miles de años ahora ocurre en décadas.
¿Hay vuelta atrás?
A pesar de la gravedad, los tres expertos insistieron en un punto: si la crisis la ocasionamos nosotros, también podemos detenerla. La clave está en reconocer la magnitud del problema, recuperar ecosistemas, reducir la sobreexplotación, fortalecer la educación ambiental y tomar decisiones urgentes desde la política y la sociedad civil.
La charla cerró con una mezcla de preocupación y claridad. La sexta extinción no es un concepto abstracto: es el registro del mundo que estamos dejando escapar. Pero también, como enfatizaron, un llamado a actuar antes de que la Tierra termine por perder aquello que la hace habitable.
Por: Leslie Almanza | NCC Iberoamérica
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