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Un amplio estudio basado en datos de atención primaria en Reino Unido revela que trastornos como la anorexia, la bulimia y la ingesta compulsiva pueden generar riesgos para la salud que persisten incluso después de superar la fase más crítica. Los hallazgos subrayan la importancia de ofrecer servicios sanitarios integrados y garantizar un seguimiento continuo de estos pacientes.

Los efectos sobre la salud de los trastornos alimentarios, como anorexia, bulimia y atracón, se extienden a numerosos órganos y persisten durante largos periodos, según un estudio publicado en BMJ Medicine.

El trabajo analizó más de 20 años de registros médicos en Reino Unido y confirma que el riesgo de complicaciones graves —desde insuficiencia renal y hepática hasta osteoporosis, diabetes y muerte prematura— aumenta de forma marcada durante el primer año tras el diagnóstico y se mantiene elevado a largo plazo.

La investigadora señala que “los trastornos alimentarios suelen coexistir con rasgos de larga duración, como la ansiedad, el bajo estado de ánimo o la desregulación emocional, que no desaparecen rápidamente”.

Comenta que “pueden producirse recaídas y el impacto social —en la educación, el trabajo, las relaciones y la autoestima— puede persistir mucho tiempo después de que la alimentación mejore. Estos factores se combinan para crear una vulnerabilidad potencial y sostenida a futuros problemas de salud mental”.

En cuanto a la mortalidad, el riesgo de fallecimiento por cualquier causa durante el primer año resulta más de cuatro veces mayor, y el de muerte por causas no naturales —incluido el suicidio— se incrementa por cinco. Tras cinco y diez años, estos valores siguen duplicando o triplicando los de la población sin trastorno alimenticio.

Una atención más integrada

Ante este panorama, Morgan indica que los servicios sanitarios deberían considerar el tratamiento de estos trastornos como un problema  crónico. Propone priorizar controles periódicos de la salud física —corazón, riñones, hígado, huesos y analíticas— y una evaluación sistemática de depresión, ansiedad y riesgo de autolesiones.

El riesgo de fallecimiento por cualquier causa durante el primer año resulta más de cuatro veces mayor, y el de muerte por causas no naturales —incluido el suicidio— se incrementa por cinco

También destaca la importancia de desarrollar planes de atención compartidos entre atención primaria y equipos especializados, vías rápidas de reingreso en caso de recaída y apoyo reforzado en las transiciones entre servicios, como el paso de la atención infantojuvenil a la de adultos.

Los autores del estudio concluyen que una atención más integrada entre la atención primaria, la especializada y los servicios de salud mental resulta esencial para mejorar los resultados a largo plazo. Para Morgan, estos hallazgos ponen de relieve “la necesidad de mantener un seguimiento continuado y de sensibilizar a los profesionales sanitarios sobre los efectos duraderos de los trastornos alimentarios”.