Los proyectos de extracción de minerales en aguas profundas en todo el mundo suponen una presión añadida para los océanos. Un equipo de investigadores ha evidenciado que los residuos que dejan estas actividades extractivas amenazan la vida en los mares, y que su depósito está, además, sin regular.
Las conclusiones de este estudio, dirigido por investigadores de la Universidad de Hawái en Manoa y recogido este jueves en la revista Nature Communications, se basan en los residuos recogidos durante una prueba de extracción de minerales en aguas profundas realizada en 2022 en el Pacífico.
La operación tuvo lugar en las zonas de fractura Clarion y Clipperton (CCZ), dos de las cinco principales alineaciones del lecho marino en el Pacífico norte, ricas en nódulos polimetálicos, una especie de esferas que se forman sobre un núcleo duro (coral, dientes de tiburón…) y contienen alta concentración de metales como cobalto, cobre, níquel o titanio.
En la extracción minera en aguas profundas, esos nódulos polimetálicos se recogen del fondo marino, junto con el agua de mar y los sedimentos, y se transfieren, a través de una tubería, a un buque de recolección para separar los nódulos de los residuos sedimentarios.
Los residuos sedimentarios, que contienen agua de mar y partículas pulverizadas de los nódulos que no contienen mineral, deben devolverse al océano, pero aún no hay regulación sobre cómo ni dónde ha de hacerse.
Aunque actualmente no está clara la profundidad a la que se devuelven estos residuos, algunos operadores mineros han propuesto verterlos en aguas intermedias, dentro de la zona crepuscular, la capa de agua que se encuentra entre 200 y 1.500 metros de profundidad.
La zona crepuscular es una franja con luz tenue, pero suficiente para que tanto las comunidades de zooplancton como otros animales se hayan adaptado y puedan vivir en ella, y ahí es donde los investigadores centraron su análisis del impacto de los residuos mineros de la citada operación en 2022.
La vida marina en peligro
Su investigación concluye que el 53 % de todo el zooplancton y el 60 % del micronecton, que se alimenta de zooplancton, se verían negativamente afectados por los vertidos, lo que en última instancia podría afectar a los depredadores situados en los niveles superiores de la cadena alimentaria.
De hecho, otro estudio reciente ya puso de manifiesto que las operaciones de minería en aguas profundas afectarían a 30 especies de tiburones, rayas y quimeras (o tiburones fantasma), dos tercios de las cuales ya están en peligro de extinción debido al impacto humano.
La zona crepuscular alberga una diversidad de vida asombrosa, incluyendo pequeños calamares, pulpos y especies gelatinosas como medusas y sifonóforos.
Al ascender hacia la superficie del océano cada noche y luego volver a descender, estas criaturas contribuyen al transporte de carbono a mayores profundidades del océano, lo cual es fundamental para la salud del mar y de los seres humanos.
Esta vida marina se alimenta de las partículas de la zona crepuscular, creando una red trófica estrechamente vinculada que conecta la superficie del océano con sus profundidades.
El estudio se produce en un contexto en el que muchos países intensifican esfuerzos para satisfacer la creciente demanda mundial de minerales. De hecho, los autores señalan que en las citadas zonas CCZ del Pacífico, hay alrededor de 1,5 millones de kilómetros cuadrados con licencia para extraer minerales en aguas profundas.
La financiación de este estudio proviene de The Metals Company, una empresa que practica minería en aguas profundas.
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