El método Montessori nació en 1907 de la mano de la médica y pedagoga María Montessori, quien creó su primera Casa dei Bambini en los barrios obreros de Roma, con la idea de ofrecer oportunidades a la infancia más vulnerable. Un siglo más tarde, su método se ha vuelto famoso en todo el mundo, aunque en muchos países se asocia a menudo con escuelas privadas y elitistas.

Un nuevo trabajo defiende, sin embargo, la utilidad que tendría devolver la pedagogía Montessori a sus orígenes humildes. En Estados Unidos, donde hoy más de 600 escuelas públicas aplican este modelo, la primera investigación nacional aleatorizada sobre programas públicos de educación Montessori ha revelado que este enfoque pedagógico mejora los resultados académicos y socioemocionales de los niños y, al mismo tiempo, reduce los costes educativos de forma significativa.

El estudio, publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), aporta evidencias de que, más de un siglo después, estos principios pedagógicos siguen siendo una herramienta tan eficaz como equitativa para el aprendizaje y el desarrollo infantil.

12 000 euros menos por niño

El trabajo analizó a 588 niños y niñas de entre tres y seis años en 24 escuelas públicas estadounidenses. Al finalizar el periodo preescolar, quienes asistieron a aulas Montessori mostraron mejor lectura, memoria, función ejecutiva y comprensión social, con rendimientos que además se mantenían en el tiempo, a diferencia de los programas preescolares convencionales, donde suelen diluirse.

Los autores estiman un ahorro de unos 13 000 dólares por alumno (unos 12 000 euros) durante los tres años de escolarización, debido a estructuras de clase más eficientes y al aprendizaje cooperativo entre diferentes edades.

“Estos resultados confirman lo que María Montessori defendía hace más de un siglo: cuando confiamos en la curiosidad y la autonomía de los niños, florecen”, afirma Angeline Lillard, profesora de Psicología en la Universidad de Virginia y autora principal del estudio.

Más allá del mito elitista

Como en otros países del primer mundo, en España el enfoque Montessori se asocia a menudo con escuelas privadas, pero puede aplicarse también en contextos públicos y rurales, según explica a SINC Aida Macià, guía Montessori y doctora por la Universitat Central de Catalunya.

“Cada vez más escuelas públicas incorporan principios Montessori: proyectos, rincones, autonomía, aprendizaje entre iguales”, explica Macià. “No es un modelo exclusivo, sino adaptable”.

Además, subraya que la eficiencia económica descrita en el estudio también se refleja en el aula: “Los materiales son naturales y duraderos, en mis clases muchos tienen más de treinta años de uso”, indica. “No hay libros de texto ni fichas, y los propios niños se enseñan entre sí, lo que optimiza los recursos humanos”.

Estas peculiaridades de las escuelas Montessori han recibido en los últimos años una nueva oportunidad en las escuelas rurales, que afectadas por la baja natalidad se ven obligadas a meter dentro de la misma clase a niños de distintas edades, que en condiciones normales serían ubicados en distintos cursos académicos.

Laura Domingo Peñafiel, directora de la Cátedra del Món Rural (UVic-UCC) y autora de varios estudios con Macià, destaca el valor de este aprendizaje multiedad: “Cuando los mayores ayudan a los pequeños, se refuerzan la cooperación y la autoestima”, apunta. “Es una dinámica muy parecida a la de las escuelas rurales, donde aprender juntos es una oportunidad, no un problema”.

Cada vez más implantado

Cada vez más centros de educación infantil (públicos, concertados o privados) han ido sumando a su oferta varias características del método Montessori, lo que para la educadora social Judit Merayo, la expansión del modelo Montessori en España “responde a una necesidad de volver a poner el foco en el desarrollo integral del niño”.

“A diferencia de un enfoque rígido, Montessori respeta los ritmos individuales y fomenta la autonomía desde las primeras etapas”, explica Merayo. “El mayor beneficio es la construcción de una autoestima sana: el niño aprende por el placer de descubrir, no para recibir una recompensa y eso es un factor de protección muy potente para su salud mental futura.”

Merayo subraya también su potencial inclusivo: “En un aula Montessori bien implementada, las diferencias no son un obstáculo, sino parte de la riqueza del grupo. Se trabaja la colaboración, no la competición, y cada niño encuentra su lugar y se siente valioso.”

Aunque en España su implantación en la escuela pública aún es limitada, esta experta observa un interés creciente entre familias y docentes. “El principal reto está en la formación del profesorado y en adaptar los espacios, pero el impulso ya está en marcha”, concluye.