Siete de los árboles forestales más comunes en Europa han sido capaces de conservar su diversidad genética tras grandes cambios en las condiciones ambientales, incluso pese a que sus áreas de distribución se han reducido y el número de árboles ha caído drásticamente durante los ciclos glaciales.
Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por un consorcio europeo, liderado por la Universidad de Uppsala (Suecia) y publicado este lunes en la revista Nature Communications.
«Desde el punto de vista de la biodiversidad, esto es muy positivo porque estos árboles son especies clave de las que dependen muchas otras especies», afirma Pascal Milesi, profesor asociado de Ecología y Evolución Vegetal de la Universidad de Uppsala y primer autor del estudio.
El objetivo de los investigadores era estudiar cómo afectaban los ciclos glaciales a la diversidad genética de las especies arbóreas.
En la última glaciación, hace unos 10.000 años, el área de distribución de los árboles se redujo considerablemente, por eso, los científicos pensaron que la diversidad genética sería baja pero el estudio reveló justo lo contrario: las especies tenían una gran diversidad genética y, por tanto, eran resistentes a los cambios drásticos de su hábitat.
«Creemos que la razón de esta elevada diversidad genética está relacionada con la forma en que estas especies arbóreas sobrevivieron a las glaciaciones y con el hecho de que el polen de los árboles puede viajar miles de kilómetros, uniendo árboles que crecen muy separados. Es una buena señal. Los procesos evolutivos que estaban en juego en el pasado también pueden ser útiles para hacer frente al rápido cambio climático actual», afirma Milesi.
Árboles de toda Europa
Para hacer la investigación, el equipo, formado por científicos de 22 institutos de investigación europeos, estudió siete especies de árboles forestales comunes en Europa (haya europea, pino marítimo, roble albar, abedul plateado, pino silvestre, pícea y álamo negro).
Los investigadores recogieron agujas y hojas de unos 3.500 árboles de 164 poblaciones distintas de Europa, de las que extrajeron y analizaron su ADN.
«Contrariamente a lo que se pensó durante mucho tiempo, los ciclos glaciares tuvieron escaso impacto en la diversidad genética de estas siete especies clave. Esto se explica principalmente por una combinación de características únicas, a saber, el largo tiempo de generación y la capacidad de su polen para propagarse miles de kilómetros», afirma Milesi.
En Suecia, el estudio se centró en la pícea, el pino silvestre y el abedul plateado, que constituyen la mayor parte del bosque sueco, son importantes para otras formas de vida y suponen la mayor parte de la madera de la silvicultura sueca, es decir, son esenciales para la economía y la biodiversidad.
«Debido a la sexta extinción masiva y a la actual crisis de la biodiversidad, es fácil que la gente tenga la sensación de que es demasiado tarde y se dé por vencida. Este estudio envía una señal positiva sobre nuestros bosques y proporciona información importante para ayudar a gestionar la biodiversidad forestal frente al cambio climático», concluye Milesi.
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