Brasil.

Los Xokleng, un pueblo indígena del sur de Brasil, afirman que tienen una relación tan profunda con los árboles araucaria que no podrían vivir sin ellos. Así que han puesto manos a la obra para plantar miles de esquejes de esta especie en peligro de extinción que les proporciona alimento, medicina e incluso sentido espiritual.

«Suelo decir que no hay Xokleng sin araucaria, al igual que no hay araucaria sin los Xokleng. Entonces tanto nuestro pueblo como nuestra cultura están en peligro de extinción, porque ya no tenemos nuestra comida tradicional. Además de los beneficios alimentarios para nuestra cultura, la araucaria es un símbolo de nuestra resistencia«, contó Carl Gakran, habitante de la tierra indígena Ibirama-Laklano.

Los piñones, las semillas ultra nutritivas de la araucaria, son la base de la alimentación de los Xokleng, cuya población estimada es de 2.200 personas. Pero la tala desenfrenada del árbol ha colocado a la especie en la lista oficial de flora amenazada de extinción en Brasil. La empresa brasileña de investigación agropecuaria calcula que sólo queda un 3% de los bosques originales que albergan la especie.

“Se ha destruido mucho de nuestro bosque, la araucaria, debido al gran valor comercial de la madera. Hoy el principal desafío de nuestra tierra indígena es concientizar a nuestros propios familiares que nuestro gran árbol sagrado está corriendo riesgo de extinción”, subrayó Gakran.

En un intento por salvar la especie, Carl y su esposa Agape fundaron hace cuatro años el Instituto Zag, que significa araucaria en lengua xokleng, un proyecto de conservación con el que estiman haber plantado ya más de 50.000 ejemplares.

Para que logremos sacar al árbol del riesgo extremo de extinción necesitamos millones de árboles, y hasta ahora conseguimos plantar miles, pero tenemos que llegar a millones”, destacó Gape Gakran, fundadora del Instituto Zag («Araucaria» en lengua xokleng).

Antes de ir a la tierra, los esquejes pasan por un ritual de protección con cánticos y danzas alrededor de una fogata. Las araucarias tardan entre 12 y 15 años para empezar a dar piñones y viven en promedio unos 400 años.

“Nosotros, los pueblos indígenas, no estamos cuidando sólo para nosotros, cuidamos para todo el planeta. Así que el desafío es mantener este bosque intacto porque hay mucha gente que invade las tierras indígenas para cazar, para extraer la madera que tenemos, que es nuestra riqueza”, relató Carl Gakran.

El territorio Ibirama-Laklano que los Xokleng comparten con los pueblos Guaraní y Kaingang es objeto de una acción judicial de demarcación pendiente en la Corte Suprema de Brasil, cuyo veredicto afectará también otras tierras en disputa. Mientras esperan el resultado, los Xokleng aseguran que plantar araucarias es otra forma de resistencia.