Accra, Ghana.
Con una sonrisa radiante, Mary Dimba, agricultora de Zambia, señala una cosecha de maíz recién cosechada en su silo.
Esta madre de cuatro hijos que vive en la aldea de Mpande, en la provincia de Lusaka de Zambia, cuenta cómo el inicio de la última temporada de cultivo fue menos estresante que los anteriores.
Los fondos que habrían sido destinados a comprar semillas durante la temporada de siembra sirvieron para pagar los libros escolares de su hijo menor. Esta temporada consiguió semillas gratis del banco de semillas de la comunidad.
“Según las leyes acordadas que rigen nuestro banco de semillas, cualquier agricultor que tome prestados dos kilos de semillas debe devolver la misma cantidad o más para que otros puedan recurrir a ellas en la próxima temporada”, dijo Dimba a SciDev.Net mientras empaquetaba semillas en recipientes de plástico para enviarlas al banco.
En el pasado, Mary y otras personas como ella deseaban plantar sus variedades de semillas locales, pero carecían del conocimiento y las habilidades para seleccionar, procesar y almacenar las semillas de sus cosechas.
“Tenemos diferentes variedades locales de semillas que requieren menos fertilizante para crecer, prosperan en períodos secos y dan buenos rendimientos. Por eso preferimos nuestras semillas a las de otros”, dice Mary, que tiene más de 20 años de experiencia en agricultura.
Banco de semillas comunitario
Ahora, Mary es una de los 250 pequeños agricultores, repartidos en tres localidades, que tienen bancos de semillas en sus comunidades locales, lo que les permite prestarse semillas entre sí.
Esto fue posible gracias a las microsubvenciones otorgadas por Adaptation Research Alliance (ARA), una coalición mundial que responde a los desafíos urgentes que enfrentan las comunidades vulnerables como resultado del cambio climático.
Durante siglos, los campesinos y los pequeños agricultores de África han producido semillas biodiversas y ecológicamente resistentes que pueden adaptarse al cambio climático y a otros desafíos.
La modernización y los sistemas gubernamentales llevaron a la interrupción o limitación de esta producción en muchos países, dando paso a semillas de países extranjeros, que pueden ser costosas para los agricultores y no siempre adecuadas a sus necesidades.
La Women’s Life and Wellness Foundation (WLWF), una organización sin fines de lucro de Zambia enfocada en el bienestar de las mujeres, ha trabajado para facilitar la reintroducción de los bancos de semillas en el marco de su iniciativa Farmer Managed Seed Systems.
Cada banco de semillas almacena 35 variedades y está dirigido por un órgano ejecutivo electo, y los agricultores tienen un límite de préstamo de hasta 3 kg de cualquier variedad, dijo a SciDev.Net Mzingo Ngoma Botha, representante de la fundación.
La iniciativa busca ayudar a los agricultores a desarrollar resiliencia ante los impactos climáticos y contribuir a la seguridad alimentaria y la sostenibilidad.
Botha explica cómo los miembros de la comunidad tuvieron un papel importante al sugerir la ubicación del banco de semillas, las reglas para regir sus operaciones y quién debía dirigirlo.
“Es una satisfacción ver que los agricultores tienen la posibilidad de elegir las variedades que creen que servirán a su propósito, que serán confiables, resistirán las vulnerabilidades y contribuirán al objetivo global de adaptación”, dice.
Investigación coordinada a nivel local
Para Jesse DeMaria-Kinney, responsable de la Secretaría de la Adaptation Research Alliance, la movilización de fondos para que las organizaciones locales identifiquen los problemas más urgentes de sus comunidades es una de las formas en que la alianza contribuye al Objetivo Global de Adaptación, establecido en el Acuerdo de París de 2015.
Con alrededor de 700.000 libras esterlinas (US$ 925.500), la ARA apoyó a más de 55 organizaciones locales en África, Asia-Pacífico, América Latina y el Caribe para implementar proyectos de investigación inclusivos, orientados a la acción y dirigidos a nivel local para adaptarse a los impactos del cambio climático.
Las áreas temáticas abarcan desde la agricultura climáticamente inteligente y la adaptación a las inundaciones hasta los servicios de asesoramiento climático, las soluciones basadas en la naturaleza y la gestión de desastres.
“Los microbeneficiarios son diversos en cuanto a tipos y estructuras de organización y trabajamos con ellos para comprender su capacidad actual de gestión de subvenciones con el fin de vincularlos con otros financiadores y oportunidades para ampliar sus iniciativas”, afirma DeMaria-Kinney.
Las negociaciones sobre financiación climática están en curso a nivel internacional, y la ARA las apoya.
La conferencia climática de la ONU, COP 29, que se celebrará en Bakú, Azerbaiyán, a finales de 2024, ha sido anunciada como “la COP financiera”, con todos los ojos puestos en los compromisos del sector privado.
Sin embargo, DeMaria-Kinney cree que las acciones climáticas a nivel local también deben ocurrir y acelerarse, independientemente de las decisiones globales.
“Todavía hay muchas incógnitas en torno a los impactos climáticos específicos a nivel local, por lo que necesitamos que se hagan más investigaciones”, agrega.
“Las microsubvenciones son una forma de obtener esta comprensión contextualizada mientras impulsamos la acción ahora. Además, podemos llevar esos problemas y voces locales a la conversación global para que las soluciones puedan adaptarse a los contextos locales”, complementa.
Financiación “impredecible”
El cambio climático se manifiesta de diferentes formas en distintos lugares, lo que requiere una evaluación localizada y soluciones a medida, dice Antwi-Boasiako Amoah, director interino de vulnerabilidad climática y adaptación en la Agencia de Protección Ambiental de Ghana y negociador climático experimentado.
“Acabo de ser testigo de una situación al norte de Ghana, donde los cultivos en el campo no han recibido lluvia en un mes”, dijo a SciDev.Net. “Esto no habría sucedido si hubieran estado bajo riego. Eso habría sido una adaptación adecuada desde el punto de vista del cambio climático”.
Cualquier acción de adaptación que necesiten tomar los países de primera línea—desarrollar sistemas de semillas en las comunidades, establecer un riego sostenible, abordar los impactos del cambio climático en la salud— requiere dinero.
“Las semillas son ahora un problema en nuestra parte del mundo”, dice Amoah, enfatizando que la financiación para proyectos locales es fundamental para aumentar la resiliencia.
“Los propietarios están privando de semillas a los agricultores, así que si quieres establecer un banco de semillas necesitas financiación para movilizarlas, capacitar a la gente en los procesos y encontrar una instalación de almacenamiento”, añade.
Actualmente, Amoah es el principal negociador del G77 y China en materia de planes nacionales de adaptación, y cree que los países no pueden implementar sus planes de acción climática sin el apoyo financiero de fuentes externas.
Durante años, los países en desarrollo han pedido financiación sin éxito, agrega Amoah, que también es miembro de la junta directiva del Fondo Verde para el Clima para la financiación climática.
“Incluso si llega, no es predecible y es de pequeña escala”, añade. Hay varios proyectos del Fondo Verde para el Clima que compiten por los pequeños fondos disponibles, dice Amoah, y concluye: “Necesitamos financiación adecuada ahora”.
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