Bolivia.
Urubichá en la Amazonía boliviana. Podría pasar por una aldea indígena más, pero este poblado de mayoría guaraya esconde un secreto: sus lutieres lo han convertido en el mayor taller de violines del país. En el pueblo hay entre 40 y 50 lutieres reconocidos, lo que equivale en promedio a un luthier por cada 200 habitantes.
“El abuelo de mi padre fabricaba violín, también él ayudaba a su abuelo y aprendió también con su abuelo”, dijo Hildoberto Oreyai, maestro artesano.
A este maestro artesano le toma dos semanas fabricar un instrumento que se vende por el equivalente a unos 580 dólares. El origen de la tradición se remonta a principios del siglo XIX, cuando los franciscanos llegaron en misión y notaron que los indígenas eran hábiles artesanos, pero sobre todo, tenían una gran inclinación por la música. Aprovechando esa sensibilidad musical los franciscanos emplearon el violín como instrumento para evangelizar.
“Era un medio de evangelización dice que era un medio para atraer también a los propios nativos”, comentó Papu.
La escuela que dirige Papu es una de las más reconocidas en música barroca de Bolivia, tiene 600 alumnos y entre ellos una veintena, está aprendiendo a elaborar violines. De aquí saldrán fabricantes de instrumentos para todo el país, pero ante todo para sus propios coterráneos, para no dejar morir la tradición.
“Mucho niño también que alguno no tiene violín y tenemos siempre esa visión de fabricar y para nosotros mismos, para nuestro pariente”, destacó Hernán Yarita, estudiante. El pequeño poblado también cuenta con su propia orquesta sinfónica.
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