Brasil.

Brasil se ganó la reputación como el país del fútbol a base del jogo bonito, cinco mundiales y jugadores legendarios como Pelé o Ronaldinho. ¿Pero acaso el país sudamericano sigue estando a la altura de ese título? La última vez que la verdad amarilla levantó la Copa del Mundo fue hace más de 20 años, en 2002, y el último balón de oro para un brasileño fue en 2007 con Kaká. Analistas y aficionados coinciden en que este declive puede explicarse porque el fútbol callejero, de donde salieron muchas figuras, está en vías de desaparición.

“En las décadas de los 80 y 90 había muchos más campos de fútbol para jugar. En función de la ocupación inmobiliaria, muchas canchas se convirtieron en condominios, y ahora tenemos muy pocos campos en los que puede hacer esta práctica tan divertida y jugar en ligas amateurs”, destacó Edson Nascimente, futbolista amateur.

Para jugar en las pocas canchas que quedan en Sao Paulo se tienen que pagar unos 160 dólares mensuales de mantenimiento, lo que deja fuera a las clases bajas. Y la mayoría de los campos son de grama sintética, que exigen menos esfuerzos que las canchas irregulares, superficies consideradas esenciales para desarrollar la codiciada técnica brasileña.

Algunos también creen que el cambio de hábitos de consumo por la tecnología es un factor importante. En Brasil hay más celulares que personas, y el 34% de la población de entre 5 y 19 años tiene sobrepeso o obesidad, según el atlas mundial de la obesidad de 2024.

“Mi hijo de 13 años obviamente juega fútbol, viene aquí a jugar solo que tiene la opción de quedarse en casa jugando videojuegos. Entonces ha cambiado, es una nueva generación, creo que eso ha provocado que el fútbol, principalmente aquí en Brasil, tenga este declive horroroso”, dijo Thiago “Barba” Alvez, futbolista amateur.

En la escuela del Flamengo donde se formó Vinicius Junior en Sao Goncalo cerca de Río de Janeiro, los jóvenes siguen soñando con debutar en primera división. “Mi sueño desde pequeño es volverme jugador de fútbol profesional, es el sueño de muchos niños hoy en día aquí en Brasil, y espero conseguirlo, ayudar a mi familia y a las personas que lo necesitan, con lo que yo ganaría, proporcionar grandes cosas”, contó Anrafael Nascimento Araujo, futbolista de la escuela de “Flamingos”.

Entre la afición también hay descontento por el aumento del precio de las entradas. Los hinchas denuncian que debido a los abultados salarios que reciben los futbolistas, los clubes deben cobrar más caros los accesos. “Antes teníamos el Maracaná, el pueblo, el de la favela, el que vive en comunidades, pero desafortunadamente no lo tenemos porque cuesta 40 a 60 dólares de tu economía y la de estadio. Yo sinceramente no puedo”, relató David do Santos, aficionado.

Brasil sigue siendo el principal exportador de futbolistas, pero recibe menos dinero por sus ventas. En 2023 se pagaron 935 millones por más de 2300 brasileños, un 19% menos que lo desembolsado por 1.700 jugadores en 2018 según datos de la FIFA. Pero se mantienen las esperanzas en que una nueva generación devuelva la gloria al balón de Brasil.