Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC | Ciencia UNAM
¿Qué hace que una persona se adapte mejor a situaciones de la vida diaria? ¿Por qué algunos se reponen más rápido del estrés, regulan sus emociones y logran una meta? ¿Cómo alguien logra controlar sus impulsos y vivir con mayor optimismo?
Para lograr algunos de estos objetivos una persona debe apoyarse de su inteligencia emocional, aquella que nos ayuda a reconocer cómo nos sentimos, a lograr adaptarnos ante diversas situaciones y a guiar nuestras propias decisiones.
El doctor José Esael Pineda Sánchez, director del Centro de Atención y Evaluación Psicológica Dr. Benjamín Domínguez, destaca que la inteligencia emocional es el manejo de las emociones a través del reconocimiento de las emociones propias, del conocimiento y la identificación de las de los demás, de tener la capacidad de ponerle un nombre a lo que sentimos, de saber comunicarlo, de lograr una regulación emocional y poder socializar.
“Es decir, es la utilización de las emociones de una manera funcional para estar bien con los demás y con uno mismo”.
Además, tiene que ver con el autoconocimiento y con saber si lo que siento (alegría, enojo, miedo, motivación) lo puedo utilizar para lograr un objetivo y reponerme ante las exigencias o desafíos de la vida.
Estudiar las emociones
Entre los teóricos que han hablado de inteligencia emocional se encuentran Peter Salovey y John Mayer, quienes en 1990 destacaron que la inteligencia analítica no alcanza para explicar quiénes van a ser más exitosos en la vida. Apoyaron la idea de que cada persona tiene una habilidad particular innata para desarrollar su propia inteligencia emocional.
“Ellos hablan de percibir la emoción, identificarla, ponerle un nombre, pues eso va a ayudar a facilitar el pensamiento emocional y a que te hagas consciente de las emociones y a analizarlas para saber cómo utilizarlas en cada momento. A esto Salovey y Mayers le llaman regulación emocional”, explica el doctor Pineda.
Otro grupo de teóricos destacaron que la inteligencia emocional es un rasgo, un comportamiento persistente de las personas en el tiempo, tiene que ver con el contexto social y la personalidad de cada uno. Éstos promueven que a través de la práctica se pueden crear nuevas competencias para poder relacionarnos emocionalmente, destaca el doctor Pineda Sánchez, quien es especialista por la UNAM en Psicología con énfasis en neurociencias del comportamiento.
Hay más de 15 rasgos que una persona puede desarrollar a través de su inteligencia emocional que se pueden englobar en cuatro aspectos: cómo generas el bienestar en tu vida cotidiana, qué tanto puedes generar el autocontrol ante situaciones complejas, cómo es tu emotividad y cómo lo manejo para entablar una sociabilidad.
Algunos de estos rasgos son: empatía, percepción, expresión y manejo de emociones, conciencia social, autoestima, optimismo, regulación emocional, control de impulsos, manejo de estrés, adaptabilidad y automotivación.
Otra vertiente de investigación señala que además de ser una habilidad que ya traemos desde nuestro nacimiento, también es un rasgo, es decir, algo que adquirimos en nuestros propios contextos sociales y que podemos enriquecer.
“Dentro del tercer grupo está Daniel Goleman que dice que no todos los que sacaron 10 en la escuela son los que triunfan, sino que lo más importante es que una persona logre confabular equipos eficientes, que pueda dirigir tareas y gestionar el estrés. Ellos son los que sobresalen, no necesariamente los de 10, quienes son sujetos muy inteligentes analíticamente, pero que carecen de otras habilidades importantes al momento de desempeñarse en un contexto laboral”.
Desde la Facultad de Psicología de la UNAM, los investigadores Benjamín Domínguez, Yolanda Olvera y Alejandra Cruz agregan otras dos características que deben de tener las personas con inteligencia emocional en contextos sociales como el de nuestro país: esperanza y resiliencia.
“Algo que tiene nuestra población es que a pesar de que las cosas nos vayan mal, aquellos que logran tener esperanza y están constantemente pensando que las cosas van a cambiar, tienen más éxito que aquellos que son más pesimistas. Y la otra es la empatía y resiliencia, es decir, aprender a ponerme en el lugar del otro, pero al mismo tiempo saber que las cosas no siempre van a salir como lo esperamos, lo que facilita una mejor adaptación ante las adversidades”.
Ambas características son importantes, porque pueden mezclarse con la habilidad que traemos de nacimiento de lidiar con nuestras emociones con una serie de prácticas cotidianas que nos ayudan a ser más resistentes y adaptables.
Manejo de estrés para lograr objetivos
Algo importante con la inteligencia emocional es la regulación del estrés para generar estilos de afrontamiento más adaptativos, ya sea en un trabajo, en el deporte, la escuela, con la familia, etcétera.
Por ejemplo, a nivel deportivo cuando logramos utilizar las habilidades emocionales para funcionar en equipo lo que vamos a lograr es que cada miembro se sienta parte de un proyecto y entienda que cada tarea que se va a desarrollar va a contribuir a obtener ese bien común.
“Tener líderes emocionales nos va a ayudar a contener esta presión, que pueden generar los altos niveles de exigencia y estrés de nuestro mundo moderno en las diferentes áreas de la vida. Entonces, utilizar la inteligencia emocional en general va a ser benéfico para la interpersonalidad, que es la relación que tengo yo con los demás y para la intrapersonalidad, es decir, la relación conmigo mismo, y así evitar que termine espinado en este proceso de interacción”.
A nivel laboral esta inteligencia emocional se ha relacionado con lo que se conoce como habilidades blandas (soft skills) que se espera que tengan los trabajadores y que los convierten en personas creativas, líderes, que sepan trabajar con otros y que pueden adaptarse a situaciones estresantes. Algunas de estas habilidades serían la comunicación, la cortesía, la flexibilidad, mostrar una actitud profesional, la responsabilidad y la ética.
El doctor Esael Pineda concluye que una persona que no logra desarrollar una inteligencia emocional provocará que sus relaciones familiares, sociales y laborales sean de menor calidad, no alcance una meta deseada, desarrolle frustración o estrés, o incluso se aísle socialmente, lo cual a su vez deteriora el bienestar emocional y conlleva la aparición de trastornos de ansiedad y depresión.
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