Debido a que los países del Sur global ya sufren las devastadoras consecuencias del cambio climático, la investigación sobre adaptación necesita tener un impacto inmediato sobre el terreno, sin dejar de ser científicamente rigurosa, dicen especialistas en acción climática.
Con la crisis climática frente a nosotros no tenemos tiempo para sentarnos y hacer un programa de investigación convencional de dos, cinco o diez años y luego utilizar la investigación”, dice Jesse DeMaria-Kinney, jefe de la secretaría de la Alianza de Investigación para la Adaptación (ARA, por su sigla en inglés).
Los efectos del cambio climático, alimentados por los gases de efecto invernadero que los humanos estamos bombeando a la atmósfera, se están sintiendo muy fuerte en el Sur global con aumento de temperaturas, cambio en las estaciones y fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones y tormentas, que se vuelven más frecuentes e intensos.
La adaptación, que implica cambiar los sistemas ecológicos, sociales o económicos para hacerlos más capaces de soportar los riesgos del cambio climático, “es un componente crítico de la respuesta global al cambio climático a largo plazo para proteger a las personas, los medios de vida y los ecosistemas”, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Pero la dificultad es que la investigación, tal como se lleva a cabo tradicionalmente, tiene plazos largos y ese modelo no resulta adecuado para un clima que cambia rápidamente.
“Las decisiones y acciones deben tomarse ahora y necesitan basarse en la mejor evidencia disponible”, dice DeMaria-Kinney. “Pero necesitamos generar flexibilidad en la investigación y esa flexibilidad debe construirse sobre una investigación continua y un proceso iterativo que se desarrolle en paralelo a la implementación”.
Investigación orientada a la acción
El año pasado, en la cumbre climática de la ONU (COP28) en Dubai, la ARA anunció que había movilizado más de £3 millones (US$ 3,8 millones) en inversiones para investigación orientada a la acción que aborde las apremiantes necesidades de adaptación de los más vulnerables a los impactos climáticos.
Lanzada formalmente en 2021, la ARA es una coalición global de organizaciones comprometidas con la investigación orientada a la acción para la adaptación. Sus 250 miembros incluyen desde organizaciones intergubernamentales, como el Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente, hasta pequeñas organizaciones comunitarias.
“La investigación orientada a la acción es un cambio de paradigma en la forma en que la ARA ve la investigación que se realiza sobre la adaptación al cambio climático”, dice DeMaria-Kinney.
“Este tipo de investigación se centra realmente en garantizar el impacto para quienes se encuentran en la primera línea del cambio climático, desarrollar capacidades a través de los procesos de investigación y que la investigación realmente se realice con los usuarios finales”, añade.
La investigación orientada a la acción se diferencia de la investigación tradicional porque ocurre junto con la implementación de los hallazgos sobre el terreno, explica DeMaria-Kinney, añadiendo que se centra en “aprender mientras se hace”.
Destaca que debe estar impulsada por las necesidades de las comunidades afectadas, trabajando con esas comunidades para codiseñar proyectos y hallar soluciones que tengan un impacto social genuino.
Una de las principales inversiones anunciadas por la ARA ha sido el nuevo Centro Research 4 Impact (R4I Hub), creado como parte del programa de investigación de Adaptación y Resiliencia Climática (CLARE, en inglés), diseñado y administrado conjuntamente por la Oficina de Asuntos Exteriores, la Oficina del Commonwealth y Desarrollo del Reino Unido y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá (IDRC).
“Estamos en una década decisiva”, dice Bruce Currie-Alder, quien dirige el equipo climático del IDRC. “A menudo sabemos lo suficiente como para actuar” y con la investigación orientada a la acción, “se utiliza la investigación como una herramienta de aprendizaje en tiempo real”, implementando y probando los hallazgos de manera inmediata para determinar qué funcionó y qué no, explica.
Como ejemplo señala la preparación para inundaciones en las comunidades de África occidental y la investigación que se puede realizar antes de una inundación real para determinar la acción más efectiva.
En octubre de 2022, más de 3,4 millones de personas fueron desplazadas por las inundaciones en Nigeria, Chad, Níger, Burkina Faso, Malí y Camerún. En Sudamérica, desde fines del pasado mes de abril han ocurrido devastadoras inundaciones en el sureste de Brasil y norte de Uruguay que están desplazando a miles de personas y han causado más de un centenar de fallecidos.
“¿Cuál es la adaptación que se debe hacer a nivel comunitario?”, reflexiona Currie-Alder. Si una comunidad se inundara, ¿sus residentes podrían recibir transferencias de efectivo para sobrevivir durante la inundación y después de ella? “¿Qué tipo de medidas se necesitan 72 horas antes de que el agua empiece a subir? Estas son preguntas que se pueden investigar”, afirma.
Los resultados de la investigación podrían implementarse inmediatamente para preparar a la comunidad para la próxima inundación, explica, y luego los científicos podrían investigar si las intervenciones marcaron una diferencia y cómo podrían mejorarse.
Investigación para el impacto
El nuevo Fondo de Oportunidades del R4I Hub tiene como objetivo trasladar la investigación y el conocimiento existente a aplicaciones prácticas para las comunidades del Sur global. La financiación del proyecto oscila entre 15.000 dólares canadienses (US$ 11.000) y 60.000 dólares canadienses (US$ 44.000), y las intervenciones deben completarse en un año, dice Currie-Alder.
Está abierto a gobiernos y agencias cuasi gubernamentales, así como a organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil que quieran poner la evidencia en acción.
“A lo largo de los años he escuchado a personas decir cosas como: ‘No tengo tiempo para esperar a que un nuevo proyecto de investigación se ponga en marcha y desarrolle respuestas; sólo tengo tres meses para presentar algo al ministro e influir en esta inversión en particular’”, añade. “Esta es la necesidad de respuesta que esperamos que el hub pueda abordar”.
Hay muchas oportunidades de financiación disponibles, desde grandes fondos internacionales, como el Fondo Verde para el Clima, hasta esfuerzos nacionales más modestos, pero las pequeñas intervenciones que necesitan evidencia pueden pasar desapercibidas, dice Currie-Alder.
Por ejemplo, tal vez “hay una comunidad que invierte sus fondos locales y trata de pensar en la mejor opción en términos de infraestructura local, ya sea un canal de drenaje o una nueva carretera”, explica. “Estas son cosas que a veces pasan desapercibidas en una gran agenda de investigación. No vas a una universidad y dices: ‘Quiero que un estudiante de doctorado haga esto’”. Pero el Fondo de Oportunidades R4I podría movilizar la experiencia y la investigación existentes para ayudar.
El fondo busca organizaciones que ya tengan una idea clara del proyecto sobre el que necesitan orientación y el tipo de apoyo que necesitan. Este apoyo podría ser, por ejemplo, la ayuda de un científico del suelo, un especialista en optimización de sistemas de energía y agua, o entender la investigación sobre las decisiones de adaptación.
“Estamos interesados en aprender de las actividades del hub durante 2024 y 2025 y luego ver si su financiamiento necesita ser mayor y si necesita ofrecer un mayor espectro de opciones de financiamiento”, dice Currie-Alder.
Colaboración en el terreno
Jenny Frankel-Reed, funcionaria senior de programas del equipo de desarrollo agrícola de la Fundación Bill y Melinda Gates, dice a SciDev.Net: “Necesitamos aumentar la relevancia de la investigación científica sobre la acción climática”. La investigación también debería estar a cargo de las regiones afectadas, afirma.
La fundación ha prometido £300.000 (US$ 380.000) para facilitar talleres de “cocreación” para pequeños agricultores de dos países africanos con el fin de identificar oportunidades de investigación de forma colaborativa. Todavía se está decidiendo dónde se harán los talleres.
“Siempre vale la pena el tiempo y el gasto para hacer que [el codiseño colaborativo] funcione bien porque los resultados son más duraderos, la aceptación es más fuerte, las preguntas son más claras; hay muchas ventajas”, dice Frankel-Reed. Este es uno de los principios fundamentales de la investigación sobre adaptación orientada a la acción.
“Existe una urgencia para la adaptación al clima que requiere que nuestra investigación sea moldeada por las personas afectadas y realmente colabore con la gente que la utilizará”, dice Frankel-Reed. “También debe hacerse de una manera que cree capacidades en todo el mundo para que las personas también puedan resolver sus propios desafíos en torno a la adaptación climática”.
“Existe una demanda de este tipo de investigación”, añade DeMaria-Kinney. “Esa demanda la ve la ARA, que pasó de 33 (miembros) cuando se creó en la COP26 [en 2021] a tener 250 miembros”.
La investigación sobre adaptación orientada a la acción está “dando vuelta” al modelo de investigación tradicional, dice Currie-Alder. “En lugar de decir: ‘¿Cuál es tu idea interesante y cómo influye en el trabajo real?’, estás diciendo: ‘¿Cuál es la oportunidad de lograr un impacto y cuál es el conocimiento que se necesita para lograrlo?’”.
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