Alemania.
Sabemos que el sistema inmunológico es nuestro sistema de defensa, pero tiene otro trabajo aún más importante: regular el equilibrio de nuestra microbiota. El modo exacto en que lo hace es muy complicado y aún no lo comprendemos del todo. Una cosa está clara: debe responder sin excederse, debe atacar a los enemigos sin dañar a los amigos, por ejemplo, los microbios que ayudan a la digestión que producen sustancias vitales y repelen patógenos.
Pero, ¿cómo distingue exactamente el sistema inmunitario los microbios buenos de los malos? Como todos los sistemas del cuerpo, el sistema inmunitario también tiene reguladores que lo activan o ralentizan. Nuestros cohabitantes microbianos contribuyen a este ajuste.
Los microbios convencen a nuestro sistema inmunitario para que les permita quedarse, aunque los reconozca como invasores. Precisamente, esto es lo que mantiene en forma nuestro sistema inmunitario para que sea capaz de actuar rápidamente ante las amenazas, y al mismo tiempo, no se exceda en sus reacciones, salvo cuando padecemos alergias, asma o enfermedades autoinmunes. En estos casos el cuerpo ataca sustancias inofensivas o incluso al propio organismo.
Los microbios también pueden combatir directamente a los patógenos, actuando como una especie de guardianes que impiden que penetren en el organismo o provoquen una infección.
La ciencia apunta a que el principal objetivo del sistema inmunitario es mantener en equilibrio, el ejército de microbios que viven en nuestro interior. La lucha contra los patógenos es solo un efecto secundario, pero importante.
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