Investigadores del CSIC, el Hospital Clínic-IDIBAPS y la Universidad de Barcelona han analizado muestras de 71 pacientes con trastornos de conducta del sueño en la fase REM, considerada un estadio inicial de la enfermedad de Parkinson.
El estudio muestra que los pacientes con este tipo de trastorno presentan en el líquido cefalorraquídeo niveles elevados de ADN mitocondrial con deleciones [mutaciones en las que la secuencia genética ha perdido algún fragmento], que actúan como mecanismo molecular primario del proceso neurodegenerativo asociado a la aparición de los síntomas motores y cognitivos.
El párkinson se asocia a una disfunción en las mitocondrias, los orgánulos encargados, entre otras cosas, de suministrar energía a las células. Algunos trabajos han demostrado que en el líquido cefalorraquídeo de pacientes afectados se observa que el ADN mitocondrial presenta defectos, lo que sería un indicador de ese funcionamiento imperfecto.
Sin embargo, todavía no se conoce si ese malfuncionamiento mitocondrial es una consecuencia de la enfermedad o es previo, y es una de las causas de dicha patología. Un equipo liderado por Ramon Trullas, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (IIBB-CSIC) y Alex Iranzo, del Servicio de Neurología del Hospital Clínic de Barcelona, ha intentado esclarecer estas cuestiones.
“Hemos encontrado que los pacientes con trastorno de la conducta del sueño en fase REM tienen niveles más altos de ADN mitocondrial con deleciones en comparación con el grupo control”, apunta Trullás.
El trabajo, realizado gracias a la financiación de la Fundación Michael J. Fox, se publica en la revista eBioMedicine.
La clave, el ADN mitocondrial
Para llegar a los resultados, los investigadores han estudiado una cohorte de pacientes con trastorno de conducta del sueño durante la fase REM, que consiste en una alteración de la fase profunda caracterizada por la falta de relajación muscular y la ejecución de movimientos bruscos y violentos de las extremidades y el tronco, que pueden estar relacionados con sueños agresivos.
Muchos pacientes con ese trastorno acaban desarrollando, al cabo de años, párkinson o demencia de cuerpos de Lewy, razón por la cual se considera que podría ser un estadio temprano de estas enfermedades. En ambas, se forman unos depósitos redondos y anormales de proteína (llamados cuerpos de Lewy) en el cerebro asociados a la muerte de las neuronas.
La supervivencia de las neuronas, a diferencia de la mayoría de las células del cuerpo, depende en gran parte de la energía que proporcionan las mitocondrias, que son orgánulos intracelulares que poseen su propio ADN para funcionar correctamente.
Y la presencia de ADN mitocondrial circulante con deleciones indica que las mitocondrias no pueden proporcionar la energía suficiente para que las neuronas mantengan su actividad y supervivencia a largo plazo.
La antesala del párkinson
De los 71 pacientes estudiados, 34 fueron diagnosticados con trastorno de conducta del sueño durante la fase REM y, años después, desarrollaron párkinson o demencia de cuerpos de Lewy; 17 fueron diagnosticados también con trastorno de conducta del sueño en fase REM pero permanecieron libres de enfermedad; y 20 conformaban un grupo de control sin trastorno de conducta del sueño ni parkinsonismo.
“Los pacientes con trastorno de conducta del sueño en fase REM, tanto los que desarrollaron párkinson posteriormente como los que no, presentaron más ADN mitocondrial circulante con deleciones -es decir, que han perdido algún fragmento de material genético- en el líquido cefalorraquídeo que el grupo control”, afirma Margalida Puigròs, primera autora del trabajo e investigadora del IIBB-CSIC.
“Pero el hallazgo más relevante es que hemos observado que la cantidad de ADN con deleciones está relacionada con el tiempo en que los pacientes con trastorno de conducta del sueño tardarán en manifestar los síntomas clínicos de la enfermedad de Parkinson”, añade. Es decir, a más deleciones, antes aparecerá la enfermedad.
Los datos concluyen que la disfunción del ADN mitocondrial es un mecanismo molecular primario de la cascada fisiopatológica que precede a la manifestación clínica motora y cognitiva de la enfermedad de Parkinson.
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