Cambridge, Reino Unido.

Entre escritos de Charles Darwin e Isaac Newton, la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, acoge casi 200.000 fragmentos de manuscritos que hablan de la historia de los judíos en los países bañados por el Mediterráneo.

Las paredes de la biblioteca universitaria albergan esta ‘guenizá’ —término procedente del hebreo que se refiere al archivo de documentos sagrados del judaísmo—, que se encuentra bajo la lupa de expertos desde que llegó a la academia a finales del siglo XIX.

Aunque parece que más de cien años son suficientes para investigar todo lo que se encontró en una sinagoga de Egipto, muchos de los manuscritos no llamaron la atención de los investigadores al principio por su contenido cotidiano, al tratarse de cartas, documentos legales o listas de la compra.

No obstante, ahora desvelan secretos de la vida de los judíos durante un milenio de historia, como explica a EFE el profesor Ben Outhwaite, director de la unidad de investigación de la guenizá Taylor-Schechter en la universidad británica.

Un hallazgo en El Cairo

En 1896, el investigador de Cambridge Solomon Schechter llegó a la sinagoga de Ben Ezra en El Cairo, donde descubrió una de las ‘guenizás’ más famosas por contener la mayor cantidad de manuscritos judíos medievales del mundo.

En una habitación del edificio destinada a almacenar los documentos que contuvieran palabras sagradas —y que de acuerdo con el judaísmo no pueden ser destruidos, sino que deben ser enterrados o, si no es posible, depositados en una ‘guenizá’—, Schechter encontró el tesoro documental que se sigue estudiando a día de hoy.

Allí, los viajeros judíos procedentes de distintas partes del Mediterráneo dejaban los escritos de este tipo de los que querían deshacerse, en una acción que repitieron desde principios del siglo X y que alcanzó los 193.000 archivos que el investigador de Cambridge trasladó a la biblioteca de la universidad.

Entre ellos hay una copia del libro perdido de Ben Sira, que garantizó su conservación hasta la actualidad, y borradores del trabajo de Maimónides, que nació en Córdoba en 1135, pero se mudó a Egipto años más tarde.

Documentos del día a día

Sin embargo, lo más llamativo para los estudiosos hoy en día son los fragmentos documentales, que recogen pedazos de la vida de los judíos, como cartas personales, listas de la compra o ejercicios escolares.

Su conservación se debe a la perspectiva «liberal», según Outhwaite, que el pueblo judío de El Cairo tenía de lo que era un libro sagrado, razón por la que no solo depositaban allí biblias o pergaminos de la Torá.

«Si quisieras escribir la historia de mil años de una comunidad judía en el corazón de una ciudad islámica, la ‘guenizá’ es el archivo perfecto porque prácticamente todo lo que escribieron se puede encontrar ahí», dice el investigador.

Pone como ejemplo la carta de un hombre a su yerno, tras descubrir que estaba vivo después de 23 años desaparecido, y en la que le pregunta qué pretende hacer respecto a su mujer y sus hijos, a la vez que añade detalles sobre la situación del río Nilo, cuyo estado era indicador de bonanza o de penurias en la época.

De esta forma, de acuerdo con el profesor Outhwaite, a partir de esa misiva no solo es posible conocer la historia personal de la familia, sino también la del territorio y el momento histórico en el que se encontraba la comunidad judía y el propio Egipto.

Mucho por descubrir

Así, lo que el investigador califica de «intimidad» de la ‘guenizá’ permite que este tipo de documentos sobrevivan y muestren detalles que no se encontrarían en un archivo real, donde se guardan documentos con objeto de que se lean por el público general.

«Es como si cogieras la bandeja de entrada de tu correo electrónico, la guardaras bajo llave y la publicaras dentro de mil años», ejemplifica.

Pese a las décadas buceando en los documentos, la unidad, en la que trabajan Outhwaite e investigadores asociados, continúa investigando para revelar los detalles que esconden los fragmentos.

Para el profesor, es clave que quienes estén interesados en el tema accedan al contenido de la ‘guenizá’, disponible en línea, y colaboren en la investigación, ya que, bajo su punto de vista, el archivo aún tiene contenido que ofrecer.

Por Cristina Alonso Pascual