Para contrarrestar las amenazas humanas a la biodiversidad en las reservas de la biosfera de Mesoamérica es crucial fomentar oportunidades de subsistencia sostenibles fuera del ámbito agrícola, como ecoturismo, creación de jardines botánicos, turismo gastronómico, senderismo, fotografía de la naturaleza y programas de voluntariado, entre otras.
Esta conclusión se desprende de un estudio publicado en la revista PNAS, que analizó datos sobre el cambio de biodiversidad en las últimas tres décadas en 14 reservas de la biosfera en el ‘Hotspot de biodiversidad Mesoamericano’.
Las 14 reservas analizadas en el estudio se encuentran en México. La mayor de ellas es la reserva de Calakmul, situada en el estado de Campeche, que abarca 137.1766 hectáreas y fue creada en 1989.
En el estudio, los investigadores recordaron que en las últimas tres décadas se ha producido un empobrecimiento generalizado de la biodiversidad en las reservas de la biosfera mesoamericana.
Los grupos tolerantes a las perturbaciones están reemplazando a los sensibles a las perturbaciones. Por ejemplo, en bosques tropicales, donde el carbono se almacena principalmente en la biomasa aérea, la sustitución de especies tolerantes a la sombra por especies pioneras puede limitar considerablemente el almacenamiento total de carbono.
La actividad humana afecta a especies como los invertebrados vectores de enfermedades, lianas, árboles pioneros y especies exóticas, que encuentran beneficio en paisajes modificados. Estos grupos “ganadores” se han expandido en reservas naturales donde la distancia entre áreas aisladas disminuyó con el tiempo, promovida por la construcción de carreteras en áreas con mayor densidad poblacional.
Este reemplazo, afirman los expertos, fue impulsado principalmente por factores demográficos humanos como la densidad de población y socioeconómicos, como ocupación no agrícola, en las reservas.
“Nuestro estudio se suma a los poquísimos que documentan cambios a largo plazo en la biodiversidad dentro de las reservas tropicales y va más allá al documentar que esa erosión de la biodiversidad está fuertemente relacionada con las presiones humanas”, destaca Daniel Martín Auliz-Ortiz, investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, y uno de los autores del trabajo.
Para mitigar este impacto humano en estas zonas, el primer paso es concebir las reservas mesoamericanas como sistemas socioecológicos integrados en contextos socioeconómicos. Miguel Martínez Ramos, investigador titular de la Universidad Nacional Autónoma de México, junto con otros expertos, elaboró una variada lista de actividades no agrícolas alternativas para abordar las amenazas a la biodiversidad derivadas de la pérdida de bosques.
Otras de las propuestas, respaldadas por organizaciones no gubernamentales y programas gubernamentales, incluyen prácticas como la agroforestería, el cultivo de plantas ornamentales, el desarrollo de infraestructura sostenible, la observación de la biota, el camping, la observación de fósiles, la natación y los campamentos de tortugas marinas.
Además, es importante reconocer la importancia de la gobernanza comunitaria y el papel crucial de las instituciones gubernamentales en la creación de políticas que promuevan el bienestar de las poblaciones locales.
En México, existen programas que fomentan empleo no agrícola en áreas protegidas, respaldados tanto por instituciones gubernamentales como no gubernamentales, como el Programa de Conservación para el Desarrollo Sustentable, cuyo objetivo es generar oportunidades productivas alternativas y mejorar la calidad de vida de los habitantes en las áreas naturales protegidas y sus zonas de influencia.
“Muchas propiedades rurales cercanas a parques y reservas naturales hoy en día buscan colaborar y establecer relaciones mutuas con iniciativas públicas para el mantenimiento y preservación del ambiente”.
Kleber-Del-Claro, profesor titular de la Universidad Federal de Uberlândia
También el Programa de Empleo Temporal de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), el cual busca contribuir al bienestar socioeconómico de los habitantes afectados por situaciones adversas en áreas naturales protegidas y regiones prioritarias para la conservación, a través de la participación en proyectos de conservación.
La seguridad de estas áreas frente a amenazas como la minería ilegal destaca como otro aspecto importante. La vigilancia no se limita solo a los guardaparques, sino que también involucra a las comunidades locales.
Involucrar a las comunidades en las actividades de vigilancia podría potencialmente disminuir las amenazas a la biodiversidad y aumentar las oportunidades laborales no agrícolas, generando impactos positivos en los esfuerzos de conservación.
En Brasil, Kleber-Del-Claro, profesor titular de la Universidad Federal de Uberlândia en el Bioma Cerrado, respalda estas afirmaciones y destaca la recuperación y mantenimiento de la vegetación nativa en áreas rurales y junto a los ríos como un ejemplo positivo.
“Principalmente, pequeños negocios, empresas familiares y cooperativas han llevado a cabo replantaciones o mantenimientos con gran atención. Muchas propiedades rurales cercanas a parques y reservas naturales hoy en día buscan colaborar y establecer relaciones mutuas con iniciativas públicas para el mantenimiento y preservación del ambiente”, afirma el biólogo.
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