Por Liliana Morán Rodríguez, Ciencia UNAM-DGDC
Históricamente, las mujeres y las personas que viven en zonas rurales han sido diferenciadas -y discriminadas- de los hombres y de quienes viven en zonas urbanizadas, respectivamente; se les excluye de derechos y oportunidades. Ser mujer en zona rural y trabajadora agrícola aumenta considerablemente su vulnerabilidad.
México posee una vasta biodiversidad y su campo es una muestra de la variedad y cantidad de alimentos que puede producir. A lo largo de los años, se ha logrado un estatus sanitario que permite exportar alimentos a más de 190 países en todo el mundo, según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Estados Unidos es el principal país comprador. De ahí que estados como Chiapas, Oaxaca y Michoacán dediquen gran parte de su territorio a la agricultura exportadora.
En el mundo 43% de trabajadores agrícolas son mujeres. Sin embargo, apenas el 15% del total de propietarios de tierras son mujeres, según el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA)
“Las transformaciones socioterritoriales promovidas por la agricultura agroexportadora reproducen esquemas de desigualdad para las mujeres que trabajan. Además de poner en disputa los bienes naturales como agua y suelo, generan procesos de desplazamiento de los sistemas agroalimentarios tradicionales”, asegura la doctora Adriana Sandoval Moreno, investigadora en la Unidad Académica de Estudios Regionales (UAER) de la UNAM, ubicada en el estado de Michoacán.
La especialista analizó este fenómeno en una zona del noroccidente del estado de Michoacán, muy cerca de Jalisco, en donde hace casi un siglo existía una vocación productora de granos, maíz, sorgo y trigo.
Desde mediados del siglo pasado, los agricultores han incursionado en la producción de otros cultivos, principalmente de exportación: las berries (fresa, arándanos, zarzamora y frambuesa) y la producción de agave.
La investigadora identificó el desplazamiento de los sistemas tradicionales agrícolas de una persona productora o una familia campesina hacia un modelo de agronegocio en el que grandes trasnacionales “contratan” a personas con bajos sueldos, sin seguridad social ni garantías laborales.
La mayoría son mujeres dedicadas a la producción de berries y caña; vienen de regiones pobres como Guerrero, Chiapas, Oaxaca y de las zonas purépechas de alrededor. Otro tanto son profesionistas que no encuentran trabajo y se emplean en estos cultivos.
La socióloga refiere que el modelo de agronegocio se caracteriza por ser expansivo, acelerado y extractivo, lo que se procura en estas redes de comercialización es la ganancia económica de las grandes empresas; no así de los hombres y las mujeres que trabajan el campo.
Disputa de recursos naturales
La agroexportación ha priorizado terrenos de cultivo (uso de suelo) y acaparamiento de recursos como el agua, a los que acceden los que más cantidad pagan por ellos.
Anteriormente, esa región destacaba por las zonas agrícolas, ganaderas y productoras de leche, ahora han sido desplazadas por la producción de agave tequilero, berries y aguacate de exportación.
“Hace aproximadamente cinco o seis años se vino otro boom de producción de agave para tequila. Su particularidad es que este cultivo tiene un aproximado de seis años para que sea productivo; entonces, lo que tenemos esa temporada son poco más de mil hectáreas cultivadas de agave, mismas que se amplían en el tiempo y el espacio, desplazando a otros cultivos y al ganado”, aclara la doctora Adriana Sandoval.
En cuanto a la producción de berries, la principal problemática es el acaparamiento del agua de calidad, ya que, por ser producto de exportación, requieren pasar diversos filtros fitosanitarios. La investigadora advierte que las grandes empresas obtienen permisos para sacar agua del subsuelo, mientras que los pequeños productores o los cultivos de consumo nacional usan agua contaminada.
“El Lago de Chapala, el más grande de México, es muy importante en cuanto a la aportación de agua que dota a la población urbana de la Zona Metropolitana de la Ciudad de Guadalajara, pero también en las zonas de riego de cultivo; aunque este lago tiene una importante problemática en cuanto a la contaminación”, puntualiza la especialista.
En la región compiten por el agua no contaminada, la “capital mundial de la zarzamora”, en Los Reyes Michoacán, junto con los municipios productores por excelencia de fresa, contra los productores nacionales de granos y maíz.
La doctora en Ciencias Sociales recordó que adicionalmente a todas estas problemáticas, el campo en el estado de Michoacán ha sufrido los problemas de delincuencia organizada, la inseguridad, el cobro por el derecho de piso, el abandono de los locales y todo lo que rodea al narcotráfico. Así se ha vivido la crisis del limón, el encarecimiento del aguacate y de otros cultivos.
- En México, se estima que hay aproximadamente 323 mil mujeres jornaleras: FAO, 2021
- Según ONU Mujeres, se distinguen a las mujeres, adolescentes y niñas en las condiciones más marginales: el 58% son “trabajadoras” sin pago; el 21% es jornalera o peón. En cuanto a la posesión de la tierra, una cifra muy baja es posesionaria (27%) o ejidataria (21%)
¿Cómo interactúan los enfoques de género y el rural en contextos territoriales y de agroexportación?
Se complementan e interconectan al buscar objetivos comunes: reconocimiento y aplicación de derechos universales; empoderamiento de las personas; protección de espacios locales; desarrollo equitativo, entre otros.
La investigadora considera que la forma en la que se pueden combatir las diversas problemáticas de gobernanza de los territorios, los sistemas agroalimentarios y de desigualdad de género es que las personas accedan a la información y que logren unirse para exigir sus derechos.
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