Las olas de calor en el Océano Ártico provocadas por el aumento de los gases de efecto invernadero se convertirán en un fenómeno habitual en un futuro próximo.
Esta es la principal conclusión de un estudio liderado por Armineh Barkhordarian, del Cluster of Excellence for climate research CLICCS de la Universidad de Hamburgo (Alemania), cuyos detalles se publican este martes en la revista Nature Communications Earth & Environment.
Desde 2007, las condiciones en el Ártico han cambiado, apunta el estudio.
Entre 2007 y 2021, las zonas marginales del Océano Ártico registraron once olas de calor marinas, que produjeron un aumento medio de la temperatura de 2,2 ºC y que duraron una media de 37 días.
Además, desde 2015, ha habido olas de calor marinas en el Ártico todos los años.
La más potente hasta ahora se produjo en 2020 y duró 103 días, con una intensidad máxima de las temperaturas que superó en cuatro grados la media a largo plazo.
Pero la probabilidad de que se produzca una ola de calor de este tipo sin la influencia de los gases de efecto invernadero antropogénicos es inferior al uno por ciento, según cálculos del equipo de Barkhordarian.
Las olas marinas anuales serán la norma
El estudio pronostica que las olas de calor marinas anuales serán la norma.
La investigación demuestra por primera vez que las olas de calor se producen cuando el hielo marino se derrite temprana y rápidamente tras el invierno, así que, para cuando se alcanza el máximo de radiación solar en julio, el agua ya ha acumulado una importante energía calorífica.
«En 2007 comenzó una nueva fase en el Ártico«, sostiene Barkhordarian, experto en estadísticas climáticas.
«Cada vez hay menos hielo grueso, de varios años, mientras que el porcentaje de hielo fino, estacional, aumenta constantemente«, y ese hielo -advierte- es menos duradero y se derrite más rápidamente, permitiendo que la radiación solar entrante caliente la superficie del agua.
Oficialmente, se considera que hay una ola de calor marina cuando las temperaturas en la superficie del agua son superiores al 95 % de los valores de los últimos 30 años durante al menos cinco días consecutivos.
«No sólo la pérdida constante de hielo marino, sino también unas aguas más cálidas pueden tener efectos negativos dramáticos en el ecosistema ártico«, ya que las cadenas alimentarias podrían colapsarse, las poblaciones de peces reducirse y la biodiversidad en general disminuir, detalla el investigador.
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