España.

Hay quienes aseguran que abrazar árboles es terapéutico, que reduce el estrés y relaja el sistema nervioso. Pero imaginemos qué dirían los árboles si pudieran hablar cuando este gesto es repetido masivamente.

“Si piensas en el árbol, el árbol te está mirando, te está diciendo: No, por favor, detente”, dijo una visitante.

Probablemente es lo que dirían estas secuoyas del Monumento Natural de Monte Cabezón. Con sus 50 metros de altura, son una especie rara para Cantabria. Se plantaron en 1940 y hoy son un fuerte reclamo turístico. Al año, se calcula que pasan por este bosque más de 200.000 visitantes y las consecuencias de tanto abrazo ya se notan en la corteza de los árboles.

Es una corteza muy especial que protege el tronco, que sería un poco como nuestra capa de ropa; hace frío, hace calor y demás. Protege de las inclemencias del tiempo de posibles depredadores. ¿Pero qué pasa? Que si os fijáis lo voy a hacer solo yo ¿Veis? Se está despeluchando, podríamos decir esto no tendría que estar así, tendría que ser una corteza totalmente compacta y que yo no pudiera meter ahí la mano”, destacó una visitante.

Las redes sociales han contribuido a la masificación de este monumento nacional de las secuoyas, aunque algunos visitantes son más conscientes. “La foto de abrazarme la he hecho con los brazos abiertos y desde delante. La mejor manera de no tocar un árbol. Igual que vas a una cueva y no se tocan las pinturas o una iglesia y no se toca el altar”, contó otra visitante.

Desde el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal, se están barajando medidas para proteger a las secuoyas. Buscamos la manera de poder controlar y que no se masifique el bosque y hacemos un llamamiento para que la gente no se abrace a los árboles, para no seguir perjudicandolos”, relató un ayudante del lugar.

Cobrar la entrada al bosque, acotar los árboles o limitar el aforo de visitantes son algunas de las medidas que se podrían tomar para proteger a estos árboles inmensos. También, advertir a los ciudadanos que no arranquen las cortezas para llevárselas de recuerdo.

“Si le gusta tanto, se ama tanto esto, hay que hacer de tripas, corazón  y sacrificar el deseo de abrazarla”, dijo una visitante. En fin, un poco de conciencia para convivir en paz con la naturaleza.