Ucrania.
No hay ningún lugar al que Ludmila pueda regresar. Su hogar, ya no existe,contó. “Soy de Bajmut, la fortaleza donde todo está destruido, mi apartamento está reducido a escombros y me dejaron en la calle descalza. No me queda nada”.
Aquí en Járkov, ha encontrado refugio en una residencia para ancianos. Al principio intentó sobrevivir por sus propios medios, pero una enfermedad ocular la dejó casi ciega: eso lo complicó todo.
“Quien me va a alquilar un apartamento con 82 años y ciega. Los propietarios temen que como no veo podría hacerlo estallar por accidente y nadie tiene dinero para comprar otro”, dijo.
Al principio de la guerra, Járkov fue objeto de numerosos combates, muchos vecinos e incluso trabajadores sociales huyeron. Voluntarios como Holga se convirtieron en el primer contacto para personas necesitadas.
“A veces recibimos una llamada de las últimas personas en abandonar un edificio de viviendas. Nos decían: ‘sabemos que hay una mujer postrada en cama en el tercer piso con la puerta cerrada con llave’. Entonces íbamos al apartamento, rompíamos la puerta y la acabamos”, dijo Holga.
Ahora viven en este refugio alrededor de 50 personas. A los ancianos que quedaron atrás, pronto se les sumaron refugiados de localidades en la línea de frente y de territorios ocupados. La dirección ha contratado personal para mantener su funcionamiento. De momento, cuentan con subvenciones provisionales, pero Holga piensa que no alcanzarán.
“Se necesitarán muchos más centros como este. Los jóvenes han dejado la ciudad, pero los ancianos se quedan. Aunque se les ofrezca una alternativa prefiere morir aquí. Járkov tendrá este problema mucho tiempo”, dijo.
Estos son sus planos para un futuro mejor. Holga es arquitecta y está proyectando la nueva residencia que quiere construir aquí, pero por el momento deben conformarse con una antigua residencia de estudiantes.
El espacio para dos personas por habitación, es reducido. Para Holga Sahadan, esta es la segunda guerra que sufre. Recuerda que los alemanes ocuparon su hogar durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, al final de su vida, son los rusos.
“Nadie pensaba que iban a invadirnos. Ojalá hubiera algo que los ancianos pudiéramos hacer. Daría cualquier cosa por detener esto”, dijo.
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