París.
Los riesgos climáticos para las reservas de la biosfera y geoparques de América Latina son más altos de lo que se creía y las autoridades que los gestionan subestiman esas condiciones, que se agravarán el futuro inmediato y a medio plazo, según un estudio presentado este martes por la Unesco.
A través del análisis de 10 reservas de la biosfera y 5 geoparques en 9 naciones latinoamericanas y caribeñas -Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, San Cristóbal y Nieves, México y Uruguay-, la Unesco estudió desde 2021 la adaptación y el impacto frente a 11 riesgos prioritarios, como incendios forestales, sequía, inundaciones o el riesgo de corte del abastecimiento de agua.
Estos peligros son «peor de lo que se pensaba», ya que «para casi todos los riesgos, el número de lugares que registraron condiciones de riesgo medio/alto superó las expectativas de los gestores de los lugares», indica el estudio.
Además, se prevé que estos 15 lugares -que se tomaron como muestra representativa de las 132 Reservas de Biosfera y los 12 Geoparques Mundiales de la Unesco que existen en toda la región- experimenten «nuevos impactos climáticos» o fenómenos ya registrados pero a una intensidad mayor si «se mantienen las tendencias».
Por ejemplo, solo 6 de los 15 lugares estudiados -que incluyen, por ejemplo, la reserva de biosfera de la Mata Atlântica en Brasil, el geoparque uruguayo Grutas del Palacio o la reserva de biosfera Maya en Guatemala- se habían identificado como «prioritarios» en materia de incendios forestales.
Pero el informe reveló que en 13 de los 15 lugares se prevé un riesgo de incendio forestal de medio a alto para 2040-2059 si se mantienen las tendencias actuales.
«Lo que vemos es que los muchos de los gestores que están actuando al nivel del sitio están haciendo su planificación con base en los desafíos a los que se enfrentan hoy en día o que se enfrentarían antes», indicó a EFE Serena Heckler, especialista de la Unesco en ciencias de la tierra y una de las autoras de este informe.
«Y lo que estamos diciendo es que los escenarios de cambio climático que están generando las proyecciones para las próximas décadas nos dicen que va a haber impactos más fuertes«, completó Heckler.
Impacto para las personas y para las economías
En este estudio también se analizaron 350.000 kilómetros cuadrados de cobertura forestal y se descubrió que se ha «perdido un 4 % en tan solo 6 años (14.190 km2 perdidos en 2015-2021), incluido un 0,7 % (2.740 kilómetros cuadrados) debido a incendios forestales».
Pero la amenaza del aumento de desarreglos y catástrofes también tiene consecuencias directas en los humanos.
De acuerdo a este estudio, 3,3 millones de habitantes de las zonas analizadas -donde residen en total 110 millones de personas- viven en lugares susceptibles de sufrir inundaciones; 10,7 millones de habitantes están en zonas expuestas a interrupciones del suministro de agua y otros 8 millones están expuestos a deslizamientos de tierra.
Si el 23 % de la geografía analizada está dedicada a la agricultura (de un total de 1 millón de kilómetros cuadrados), la gran mayoría (90 %) son plantaciones exclusivamente de secano y los agricultores «son especialmente vulnerables a la pérdida de producción agrícola» debido a la disminución de las precipitaciones, la prolongación de las olas de calor o los cambios en las lluvias.
La buena noticia es que esta clase de estudios pueden servir para fomentar un cambio de paradigma en los planes de gestión, y no solo de los sitios designados por la Unesco. De lo contrario, sí que se vendría una «catástrofe», que además afecta con más intensidad a la gente con menos recursos, advierte Heckler.
Para los gestores de los sitios, este estudio es «un regalo» y una «línea de base» de cara a la construcción de los planes de prevención y para movilizar competencias técnicas de otros actores, señala a EFE la chilena Patricia Herrera, coordinadora del Geoparque Kütralkura, situado a 700 kilómetros de Santiago, fronterizo con Argentina, y famoso por sus volcanes y sus araucarias.
En su país, por ejemplo, en 2022 se aprobó una ley Marco de Cambio Climático y lo que antes era la Oficina Nacional de Emergencias hoy se llama Sistema Nacional de prevención de riesgos. «Hay un cambio de paradigma», apunta, aunque es todavía «un proceso» en marcha.
Ese proceso, recalca Herrero, hay que hacerlo desde la planificación territorial y contando con las comunidades locales, cuyo saber y necesidades sobre el terreno deben formar parte de los planes, según coincide también Heckler.
«Hay que empujar y poner los granos de arena donde estamos», recuerda Herrero.
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