Argentina.
La crisis argentina no detiene la pasión por el tango en Buenos Aires. Este club, uno de los más tradicionales de la ciudad, tiene pistas para 200 parejas y por aquí abundan los bailarines.
“El tango culturalmente es identidad para los argentinos, sobre todo para quienes vivimos en la ciudad de Buenos Aires. La milonga es el corazón del Tango porque es el lugar donde el tango respira, vive y late. Y late todos los días, todos los días hay milonga, todos los días se recrea ese shock cultural tan hermoso que es el tango”, definió Ana Bocutti, vicepresidenta de la Asociación de Organizadores de Milonga.
Muchos por ser clientes frecuentes pagan la mitad de la entrada otros para mantener vivo el ambiente entran gratis. “La verdad es que no nos podemos quejar, estamos más que orgullosos con la afluencia de gente que tenemos. Hay otras milongas que lo están pasando realmente muy mal. Hay muchísimos espacios que han cerrado, pero bueno, se siente tal vez la crisis, cómo se siente toda actividad comercial de nuestro país”, señaló Laila Rezk, bailarina y dueña del club El Nuevo Gricel.
En Buenos Aires hay un promedio de treinta milongas por noche los 7 días de la semana. Las hay lujosas, informales, tradicionales y queer adaptadas a estilos y bolsillos con música grabada o en vivo.
“La milonga sobrevive porque es una necesidad no tiene que ver con la crisis que siempre hubo y habrá. Para nosotros es una necesidad artística. Tanto Julio como yo somos docentes: él da clases en un montón de conservatorios, no está acá nuestra expectativa económica más grande, pero está nuestra expectativa cultural”, sostuvo Nicolás Di Lorenzo, pianista del dúo Tango Cañón.
Andrea Censabella, de 36 años, habitué de ‘La tierra invisible’ declaró: “Para mí hoy esto está en un lugar de prioridad en mi vida, o sea, realmente siento que vale muchísimo la pena, es una inversión para el corazón, para el espíritu y bueno para uno, así que no me detiene por ahora”. Y quienes no pueden ir a los clubes tienen la opción de bailar en la otra, milonga que funciona en una plaza frente al Congreso Nacional.
“Y estamos aquí para brindar a la gente un espacio libre federal inclusivo en donde podemos bailar tangos sin necesidad de hacer una gran inversión por sobre todas las cosas, porque por ahí la plata es lo que a mucha gente le resulta complicado invertir y las milongas suele ser una gran inversión. Aquí solamente lo hacemos a voluntad de quienes vienen pasamos una gorra para que puedan pagarnos lo que ellos quieran, lo que prefieran, lo que puedan”, concluyó Valentín Rivetti, un bailarín de tango de 24 años, se gana la vida dando clases a cambio del dinero que el alumno pueda o quiera aportar.
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