Italia.
Pietrasanta, la pequeña localidad italiana que Fernando Botero eligió como refugio vital y artístico, no quiso despedirlo, sino que en su lugar dio la bienvenida al «reposo final» del artista colombiano, cuyas cenizas reposan desde hoy en este rincón de la Toscana junto a las de su esposa, Sophia Vari.
«Desde hoy quien visite el cementerio podrá acariciar la lámina de mármol blanco de Carrara que dirá sencillamente: ‘Fernando Botero, pintor y escultor’, como él quiso ser recordado», explicó su hija Lina entre lágrimas durante el funeral celebrado en el Duomo de San Martino.
Tras el funeral de Estado celebrado en Colombia, el de hoy fue el último adiós de los vecinos de esta localidad a su ciudadano ilustre, condecorado con ese título en 2001, aunque tratado siempre «como uno más».
«Pietrasanta fue un lugar muy importante para mi padre, es el lugar que eligió para su reposo final», señaló a EFE Lina Botero.
De hecho, Alessandro De Santi, amigo de Botero, se negó a dar un discurso de despedida al emblemático artista, fallecido el pasado 15 de septiembre a los 91 años.
«No podemos decir adiós»
«Querido Fernando, tú y Sophia habéis elegido nuestra tierra para reposar para siempre y por eso ahora no podemos decir adiós, quizás un ‘bienvenidos'», refirió ante un público emocionado que, antes de entrar en el templo, recorrió las calles de la ciudad en un cortejo fúnebre.
Desde que se instaló hace 40 años en Pietrasanta, una localidad de unos 20.000 habitantes conocida por sus fundiciones y talleres de mármol, Botero (Medellín, 1932) concentró gran aquí parte de su creación artística.
Fue una decisión repentina la que unió el destino del colombiano con Italia, cuando a los 19 años de visita en el Museo del Prado de Madrid vio un cuadro de Piero della Francesca y pidió trasladar sus estudios a Florencia para profundizar en el Renacimiento italiano.«Él decía que las grandes obras de arte eran un milagro ante las que desaparecía», recordó su hija.
La huella del Botero se hace notar en infinidad de rincones de Pietrasanta, decorada con sus voluptuosas obras, como el «Guerrero» de bronce que regaló a la ciudad en 1992 o los frescos que representan a su manera, alegre y subversiva, la «Puerta del Paraíso» y la «Puerta del Infierno» y que decoran las paredes de la Iglesia de la Misericordia.
Un homenaje de los artesanos
Aunque pasaba largas temporadas en Nueva York, París y Colombia, Botero ubicó aquí su residencia principal, reconocible por el gallo de bronce que corona su techo, y un estudio a pocos metros de distancia del Duomo que hoy acogió su funeral.
A Botero le fascinaron los paisajes y la belleza de las calles de Pietrasanta pero, sobre todo, la altísima calidad con la que trabajan los artesanos de esta zona, frecuentada por genios desde la época de Miguel Ángel, admirador de los mármoles de la zona, hasta artistas más recientes como Joan Miró y Henry Moore.
De hecho, los artesanos de Pietrasanta rindieron un homenaje a Botero, quien «aunque fuera un artista consagrado nunca dejó de agradecer el trabajo de los artesanos en todo el mundo», destacó uno de ellos, Adolfo Agolini.
Siguiendo el legado de los artistas del Renacimiento toscano, Botero creó una relación directa de «respeto y admiración» con los artesanos que permitía dar la forma final a sus ideas.
«Pocos lugares en el mundo han brindado tanta felicidad a nuestro padre y a su mujer», agradeció Lina Botero.
Colombia, muy presente
Tampoco faltaron las menciones a su tierra natal, su amada Colombia, pues decenas de colombianos residentes en Italia acudieron a las exequias.
«Venimos a rendir respeto al maestro», contó a EFE Bárbara, llegada desde Florencia con amigos. Otros se desplazaron desde ciudades como Milán y Roma.
En todo momento, las banderas de Colombia e Italia entrelazaron sus colores en bandas, flores y enseñas de despedida, desde el cortejo fúnebre hasta su sepultura, en el área reservada para los ciudadanos ilustres.
«Tu Colombia será la primera en bañar con sus lágrimas esta tierra bendecida», afirmó en español la embajadora de Colombia en Italia, Ligia Margarita Quessep Bitar.
Rodeada de amarillo, azul y rojo se descubrió la lápida de Fernando Botero, junto a la de la también artista griega Sophia Vari con una sencilla inscripción que indica el oficio que les unió y que les llevó a Pietrasanta: «pintora y escultora, ella; pintor y escultor, él».
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