Portugal.
A mil kilómetros al sudoeste de Lisboa, en pleno Atlántico, se encuentra Porto Santo, Reserva de la Biosfera. Es una de las islas del archipiélago de Madeira. Hoy, un proyecto europeo pone en valor sus molinos de viento y sus antiguas fuentes públicas. Dos señas de identidad con las que la Isla Dorada refuerza su oferta turística, al tiempo que preserva y transmite su patrimonio.
“Estos elementos de la arquitectura tradicional estaban dañados, obsoletos y sin mantenimiento. Y había una necesidad urgente de mostrar este patrimonio de nuestros antepasados, no solamente a la población local, sino también, a los turistas que nos visitan, ya que el turismo es la principal actividad económica de nuestra isla«, declaró Rubina Brito, gerente del Departamento de Medioambiente del Ayuntamiento de Porto Santo.
Porto Santo fue un tiempo el hogar de Cristóbal Colón. Además, durante décadas la isla portuguesa fue el granero de Madeira. De ahí sus molinos de viento. La mayoría se construyeron en el siglo XIX. Con el proyecto europeo, el municipio también ha restaurado más de una docena de fuentes públicas, lavaderos y abrevaderos.
Residentes y visitantes, como es el caso de estos alumnos de secundaria y su profesora, están recuperando ese patrimonio. «Estamos en la fuente de Fontinha, que data de 1844. Resulta curioso, porque más tarde descubrieron que, en este manantial, el agua tenía propiedades medicinales», afirmó Fátima Filipa de Menezes, profesora y arquitecta.
«Antes de participar en esta actividad aquí, no sabía que hubiese una gran escasez de agua en Porto Santo y que se habían creado fuentes con ese fin. Tampoco sabía que se utilizaban molinos para moler los cereales, ni otro tipo de actividades que se realizaban aquí, en Porto Santo, en el pasado», señaló un estudiante que responde al nombre de Renan.
El coste total del proyecto alcanza los 340 840 euors. La Unión Europea ha aportado el 85 % y el municipio de Porto Santo el 15 % restante. El proyecto incluye la restauración de tres molinos, 14 fuentes públicas y un centro de formación y exposición. Se trata de la Ecoteca o Casa del Conde, que está abierta a toda la gente y que actualmente está siendo reformada.
En esta transmisión de conocimientos, los asistentes descubren que había una treintena de molinos de viento en la isla, pero quedan muy pocos en pie. Tres de los molinos de viento fuera de uso y dañados han sido desmontados y están siendo restaurados a la antigua usanza en esta empresa de la isla de Madeira.
«Teniendo las medidas de la base, hemos sido capaces de hacer todo lo demás que implica el molino en sí. Toda la madera que utilizamos es de pino con un tratamiento especial para que aguante en buen estado unos diez, veinte o treinta años», explicó José Fábio Dantas dos Santos, carpintero de la empresa Efeitopretendido.
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