Venezuela.
Venezuela, un país famoso por fabricar reinas de belleza con ayuda del bisturí, tiene una cultura muy arraigada de cirugía plástica. En la búsqueda de cambios estéticos, durante años se comercializaron masivamente los tratamientos con biopolímeros para aumentar glúteos o senos, y en el caso de los hombres, hasta el pene.
Se ofrecían como efectivos y menos invasivos que la cirugía tradicional. Aunque fueron prohibidos en 2012, quienes se los inyectaron todavía padecen las consecuencias.
“Esa mala decisión fue por colocar un estereotipo en mí, por no sentirme de alguna forma conforme con mi silueta”, contó María Sánchez, paciente que sufre de enfermedades a causa del uso de biopolímeros.
La presencia de biopolímeros activa al sistema inmunológico que no para de combatirlos provocando fiebre, hinchazón y dolor.
A lo largo de dos años a María le diagnosticaron sucesivamente artritis, reumatismo y lupus, antes de que los médicos determinarán la verdadera causa de sus males. “Por mi mente nunca pasó que podía ser consecuencia de los biopolímeros”, dijo.
María debió atravesar una cirugía para que le extrajeran las sustancia y luego otra de reconstrucción. “Cuando yo me veo como quedo, que me enfrento y me palpo, yo digo: ‘¡Dios! cómo yo voy a poder seguir de aquí en adelante mutilada’, porque esa es la palabra, estaba mutilada”, dijo.
Bajo la etiqueta de biopolímeros se engloban sustancias sintéticas como la parafina o la silicona líquida. A diferencia de las prótesis, se inyectan y se expanden dentro del cuerpo, por lo que retirarlos no es fácil.
“El cirujano plástico, el cirujano estético o el cirujano que ofrezca a un paciente que tiene la posibilidad de retirar el 100% del material de relleno, está mintiendo. Siempre va a quedar una pequeña cantidad de material de relleno sintético permanente porque a diferencia de un implante mamario, no va a estar cubierto por una cápsula que lo va a aislar del resto del organismo”, dijo el cirujano plástico, Juan Blanco.
No hay cifras oficiales de personas afectadas por este tipo de tratamientos que, incluso, han causado muertes documentadas en la prensa, pero cada vez son más quienes llegan a clínicas y hospitales con dolores crónicos tras años padeciendo en silencio.
Susana, de 39 años, está esperando su tercera operación. Hace 12 años se agrandó los glúteos y cinco años después comenzó a sentir dolor. Cuenta que tras enfermarse, cometió el error de operarse en 2017 con una técnica contraindicada similar a la de una liposucción. Eso agravó su situación. En 2019 la operaron de nuevo de emergencia.
“Y prácticamente conseguí una doctora que me operó de emergencia porque ella no era experta en el tema de los biopolímeros. Lo que hizo fue ayudarme a sacar algo porque no me sacó en gran cantidad. Solamente abrió y sacó lo que me estaba haciendo daño en ese momento y ya”, contó Susana. Las operaciones de extracción pueden llegar a costar hasta 11 mil dólares.
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