América Latina.

Las aguas fluviales latinoamericanas que recorren la inmensidad de la región supliendo de vida a las comunidades son primas lejanas y rara vez se encuentran, aunque comparten las amenazas que tienen en jaque a la zona con más agua dulce del mundo, como la minería ilegal, la contaminación y la urbanización.

Este domingo se celebra el Día Mundial de los ríos y a pesar de que Latinoamérica tiene alrededor del 31 % de los fuentes de agua en el mundo, con arterias fluviales tan importantes como el Amazonas, el Orinoco, el Río de la Plata y el Magdalena, las actividades humanas contaminan, modifican y entorpecen el agua.

Efectos en la salud humana, alteración de las funciones ecológicas, reducción de la diversidad biológica y daño a los hábitats acuáticos son algunas de las consecuencias de la contaminación de los caudales.

Minería ilegal y mercurio 

El Amazonas, el río más caudaloso y extenso del mundo con 6.997 kilómetros, es el principal curso de agua de Brasil.

Aunque nace en Perú y pasa por Colombia, su recorrido prevalece en la Amazonía brasileña donde es una fuente de vida esencial: de sus aguas dependen unos 50 millones de personas, entre ellas más de la mitad de los indígenas del país (unos 890.000, según el censo de 2022).

La contaminación por mercurio causada por la minería ilegal es la mayor preocupación que tiene hoy esa cuenca, según Rodrigo Leão de Moura, biólogo y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que dice a EFE que incluso «puede ocasionar malformación de fetos» y «un problema para los propios mineros porque el vapor del mercurio es altamente tóxico».

Según un estudio de WWF-Brasil, entre 1994 y 2022 se han vertido unas 2.300 toneladas del metal en el río Amazonas y en los últimos años se calcula que está recibiendo, en promedio, unas 150 toneladas al año que afectan al sistema nervioso, el tracto digestivo, el sistema inmunológico, los pulmones y los riñones, entre otros.

Mientras que para el Paraná y el São Francisco, otros de los ríos más extensos e importantes de Brasil, el impacto ha sido causado por «intensos» procesos de urbanización e industrialización, señala el experto, que llevan aparejados vertidos de aguas residuales y desechos tóxicos.

El Orinoco, otro de los cauces más importantes de la región, comparte con el Amazonas la amenaza por minería ilegal, a la que se suman el uso de mercurio, la deforestación y el vertido de desechos domésticos y comerciales, según el Grupo de Investigaciones sobre la Amazonía (Griam).

«Uno de los daños más notables sobre en el río Orinoco, principalmente, es el vertido de mercurio, debido a que contamina sus aguas, envenena sus peces, y por consiguiente, afecta severamente la salud de las personas (…) sobre todo a las poblaciones indígenas cuyos medios de vida están relacionados con este río», explicó a EFE el director de este grupo, Luis Betancourt.

A esto se suma que no hay planes de protección para el río Orinoco, al menos en lo que comprende su recorrido dentro del estado venezolano de Amazonas, una situación que preocupa a organizaciones y ambientalistas, que, como Griam, no cuentan con recursos suficientes para desarrollar planes de conservación.

Contaminación 

El río Magdalena es la vía fluvial más importante de Colombia: con 1.525 kilómetros, de los cuales 886 son navegables, atraviesa el país de sur a norte e «históricamente ha sido la principal vía de transporte y desarrollo del país», relató Ana Carolina Santos, investigadora del Centro de Estudios Socioecológicos y Cambio Global del Instituto Humboldt.

Su idiosincrasia está marcada por una alta presencia de organizaciones -más de 300 asociaciones pesqueras- y aún más alta de hidroeléctricas, con unas 33 en operación, según datos de la Universidad Javeriana, que «provocan pérdida en la conectividad hídrica de los ríos con sus afluentes principales».

Los conflictos socioambientales no escapan a ningún río colombiano, pero varias sentencias han declarado a los ríos Atrato, Cauca y Magdalena en «sujeto de derechos», otorgándoles un nivel de protección y reconocimiento sin precedentes.

El Magdalena, del que no se puede hablar sin tener en cuenta el río Cauca, según Santos, tiene como principal amenaza la contaminación, en gran parte provocada por las descargas que provoca el río Bogotá en su cauce.

En el caso del Cauca, que nace en el mismo páramo, la minería ilegal ahoga su cauce: «se encuentran muchos metales pesados, no solamente mercurio, que ya hay evidencias científicas que están afectando la diversidad», concluye Santos.

En el extremo austral de la región, el río Matanza Riachuelo, cuyas aguas desembocan en el Río de la Plata tras recorrer un área de 2.047 kilómetros cuadrados donde viven 4,7 millones de personas, el 10 % de la población argentina, es el más contaminado de Argentina.

La Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar) apunta que las principales causas de la contaminación de la cuenca son, en un 70 %, los efluentes cloacales, mientras que el 30 % restante corresponde, entre otras causas, a residuos sólidos urbanos y efluentes líquidos industriales.

Aunque se han logrado avances, organizaciones como la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) señalan que Acumar no ha demostrado mejoras en las condiciones de las aguas superficiales del río ni la calidad del aire en la cuenca baja.

«Aún quedan acciones pendientes de carácter socioambiental que deben implementarse de manera conjunta para cumplir con el saneamiento integral del Riachuelo», indica a EFE Cristián Fernández, abogado y coordinador del área de Asuntos Legales de FARN.