Estados Unidos.
Un paseo nocturno en un taxi sin conductor por las calles de San Francisco. Un servicio que pronto podría llegar a ser tan común como el taxi tradicional. Una comisión estatal ya ha concedido licencias a empresas de vehículos autónomos como Waymo y Cruise.
La fase de prueba ya ha concluido. De unos pocos autos que recogían gratuitamente a pasajeros en horas nocturnas y con tráfico reducido, ahora las empresas ofrecen su servicio de pago al público las 24 horas.
Empresas como Waymo y Cruise argumentan que eliminar a los conductores de la ecuación hace que el transporte de pasajeros sea mucho más seguro, ya que los conductores humanos se cansan, se emborrachan o se distraen.
“Lo que he descubierto con los taxis y los servicios de transporte compartido porque tengo un perro guía es que no me recogen y cancelan los viajes. A veces, luego de parar y ver al perro, no quieren al perro en su vehículo, mientras que aquí no hay opinión porque no hay conductor. Para mí es una ventaja poder acceder a todo esto desde la aplicación”, comentó una usuaria.
Pero no a todo el mundo le agradan los taxis autónomos. Los taxistas afirman que entorpecen el tránsito y además temen perder su empleo.
Pero también tienen errores. Por ejemplo, se detienen cuando se confunden. Errores que serán eliminados con la ampliación del servicio, argumentan sus defensores, ya que los autos autónomos aprenden de la experiencia, sus detractores ven en los fallos una razón para frenar su expansión. Quieren evitar que los habitantes de San Francisco participen en lo que es esencialmente un experimento.
La pregunta clave que no solo se plantea en San Francisco, sino en todas las ciudades del mundo que se enfrentan a la innovación, es en qué momento debe decidir la sociedad que una tecnología, aunque imperfecta, es lo bastante segura como para desplazarse a gran escala y que los beneficios superan a las consecuencias imprevistas.
En California las autoridades ya tomaron esa decisión. Pero mucho más importante es el hecho de que la tecnología existe y que no se puede dar marcha atrás. Los ciudadanos de aquí y de otras urbes tendrán que afrontar el impacto de este nuevo medio de transporte hoy y en el futuro.
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