Si no fuera por la barrera del lenguaje podría haber hecho una contribución mucho más grande al avance de la ecología y conservación de la biodiversidad”, respondió una persona encuestada en un estudio que expone las desventajas de científicos no angloparlantes frente e hablantes nativos del inglés publicado en PLOS Biology. Para quienes son hablantes de lenguas indígenas, la limitante es doble: además del inglés, tienen que aprender otra lengua para acceder al sistema educativo de sus países.
La encuesta que incluyó a 908 investigadores de ciencias ambientales con nacionalidades pertenecientes a ocho países (Bangladesh, Bolivia, Inglaterra, Japón, Nepal, Nigeria, España y Ucrania) reveló que, en comparación con hablantes nativos del inglés, científicos no angloparlantes pasan 19,1 más días de trabajo leyendo publicaciones científicas.
Además, necesitan 51 por ciento más tiempo para escribir sus investigaciones antes de enviarlas a una revista. Asimismo, el rechazo de trabajos de personas no angloparlantes es 2,6 mayor.
La precursora de esta investigación fue la herpetóloga colombiana Valeria Ramírez Castañeda (coautora del estudio), quien encuestó a científicos de Colombia para comparar el esfuerzo que les implicaba escribir un estudio en inglés y en español.
“Pensamos que debíamos expandir este acercamiento a múltiples países, incluyendo aquellos de habla inglesa, porque queríamos cuantificar las desventajas comparando con los hablantes nativos del inglés”, explica Amano. Agrega que este problema es especialmente grave para la investigación sobre conservación, pues muchos de los sitios con mayor biodiversidad están en países no angloparlantes de América Latina, África y el Sudeste Asiático.
Además de las publicaciones, otro aspecto importante en el desarrollo profesional en ciencia es ir a conferencias y dar presentaciones orales. Sin embargo, 30 por ciento de los hablantes no nativos de inglés encuestados declararon que a menudo deciden no ir a congresos debido al idioma. La mitad prefiere no exponer sus trabajos, y quienes lo hacen, pasan casi el doble del tiempo preparándose.
Sumado al incremento en el tiempo encontró que más de la mitad de sus encuestados recurría a servicios de edición y casi un tercio contrataba traductores, servicios que en ocasiones representan un cuarto o la mitad del salario de un estudiante de doctorado.
Entre los países no angloparlantes encuestados estaba Bolivia, donde el 41 por ciento de su población mayor a 15 años es indígena, según el Censo Nacional 2012 y 35 por ciento tiene como primer idioma aprendido en la niñez alguna lengua indígena. Pese a ello, todos los participantes del sondeo respondieron que su lengua materna era el español.
“Es doloroso elegir dedicarte a esto sabiendo que la lengua que hablas no figura”, explica Jocely Cheé Santiago, científica genómica de la nación Binnizá (conocida comúnmente como Zapoteca) en el Istmo de Tehuantepec al sur de México, quien no participó en la encuesta publicada en PLOS Biology.
En México, de las 254.529 personas que contaban con un doctorado en 2020, apenas el 1,6 por ciento eran hablantes de alguna lengua indígena. Sólo 1.402 personas de ese grupo eran mujeres, según un análisis realizado del Censo de Población y Vivienda 2020 por el medio Agendapropia.
Jhonnatan Rangel, lingüista del Laboratorio de Estructura y Dinámica de Lenguas en Francia, señala que “la ciencia es un microcosmos de la sociedad, donde hay estructuras de poder y jerárquicas”. En ese sentido, explica que la discriminación lingüística no ocurre de forma aislada, es decir, se usa la forma de hablar o escribir como “un proxy lingüístico para discriminar a una persona de otra forma”, como por su nivel socioeconómico u origen étnico.
Para Ana María Cetto, física teórica de la Universidad Nacional Autónoma de México donde participa en iniciativas de traducción de textos científicos a lenguas indígenas, fortalecer las revistas científicas en América Latina podría contribuir al principio de multilingüismo de la ciencia abierta, “cuidando que las lenguas que conforman este panorama diverso sean lenguas vivas y, por lo tanto, que incluyan también los conceptos científicos”.
Amano considera que, a futuro, la inteligencia artificial (IA) podría facilitar que la ciencia se produzca y consuma desde diversas lenguas gracias a herramientas de traducción. Aunque admite que esos modelos de IA generativa tienen menor calidad para lenguas marginalizadas.
Por su parte, Cheé Santiago piensa que un mundo de la ciencia donde se puedan expresar los hablantes de lenguas no hegemónicas, “también es un mundo que incluiría otras estructuras de pensamiento y de producción de conocimiento”.
Por: Roberto González
- Un paso hacia la equidad para laboratorios latinoamericanos - noviembre 21, 2024
- Medicinas en Latinoamérica: US$ 30,5 mil millones de sobrecosto - noviembre 19, 2024
- Emisiones de ganado: medir para mejorar - noviembre 8, 2024