Las medusas son organismos «muy simples aunque tienen 500 millones de años«, afirma el buzo científico e investigador de la Universidad Europea de Canarias Juan Diego López Arquillo. Estas «aprovechan como alimento la contaminación orgánica de los océanos» además de beneficiarse de la ausencia de depredadores, lo que ayuda a su proliferación en áreas de baño, ha informado el investigador, en declaraciones a EFE.
A pesar de resultar «molestos» por las toxinas que transmiten sus tentáculos, estos animales gelatinosos «son más necesarios de lo que pensamos», sostiene López Arquillo.
De hecho, «constituyen un alimento para especies superiores en la cadena trófica» las cuales, al devorarlas, regulan su cantidad, por lo que otra de las razones de su incremento es la «sobrepesca de sus depredadores«. Entre los depredadores se encuentran las tortugas marinas, los crustáceos, los corales y varios tipos de peces como el pez luna o el tiburón.
Estos animales cnidarios o celentéreos, al igual que el resto de habitantes de mares y océanos, también han sufrido los tres grandes cambios de su ecosistema: «los de aportación, los de limitación de especies y las temperaturas».
En este sentido, «el cambio climático podría ser un factor decisivo para su crecimiento» pues, aunque «no se puede saber con total exactitud por qué llegan a unas costas más que a otras” está probado que si aumenta la temperatura del agua, al año siguiente, «las medusas tienen más facilidad para reproducirse” en la misma zona.
López Arquillo también se ha referido a los «muchos mitos que hay alrededor de ellas» y cita como ejemplo el hecho de que se presente a la carabela portuguesa como una medusa cuando «no lo es, sino que se trata de un hidrozoo que pertenece a la misma clase».
Además, para el imaginario colectivo, las medusas solo proliferan en aguas templadas o calientes, pero esto tampoco es correcto: viven mejor en temperaturas más elevadas y por eso se ven más en el litoral mediterráneo, pero existen especies como la Pelagia noctiluca (o medusa clavel) tan adaptada al frío que «se encuentra en el Atlántico y el Cantábrico con frecuencia».
«Incluso en las aguas más frías del Antártico podemos encontrar cnidarios como corales», recuerda este especialista, que enumera las especies más habituales en las costas españolas: Stomolophus meleagris (o bola de cañón), Cotylorhiza tuberculata (o huevo frito) y Rhizostoma pulmo (o aguamala).
Otra información inexacta es que las medusas pican, pero «ellas no lo hacen, en realidad, sino que uno es el que sufre la picadura al rozar las células urticantes» de sus tentáculos, conocidas como cnidocitos y útiles para cazar a sus presas.
En caso de contacto con ellas no hay que lavar la zona afectada con agua dulce sino «limpiar la piel irritada con agua salada, para que no quede ninguna traza» de sus toxinas y, posteriormente, «usar cremas con corticoides si fuera necesario» para afrontar la inflamación.
El peligro de estas irritaciones tiene mucho que ver no solamente con la capacidad urticante de cada especie sino con la reacción del cuerpo de cada individuo afectado.
Así, la Chironex fleckeri (o avispa de mar) es una medusa mortal y también uno de los animales más letales de todo el planeta, aunque el experto de la Universidad Europea de Canarias recomienda no preocuparse en exceso por su presencia, ya que «suele vivir en las costas de Australia«.
Aunque el primer impulso de algunos bañistas al descubrir medusas en el agua sea sacarlas de allí y dejarlas morir en la arena, este especialista señala que esto «es un acto de incultura», cuando, «simplemente, debemos extremar la precaución o no meternos en el mar, porque al fin y al cabo ese es su hogar».
Por: SINC.
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