Los anillos de Saturno, formados hace unos 400 millones de años, son extraordinariamente jóvenes, mucho más que el propio planeta que tiene unos 4.500 millones de años, según un estudio publicado este viernes en Science Avances.

El trabajo, dirigido por el físico Sascha Kempf, de la Universidad de Colorado en Boulder, ha aportado la prueba más contundente hasta la fecha de que los anillos de Saturno son sumamente jóvenes, lo que podría responder a una cuestión que desconcierta a los científicos desde hace más de un siglo.

«En cierto modo, hemos resuelto una cuestión que comenzó con James Clerk Maxwell», afirma Kempf.

Para llegar a esta conclusión, el equipo estudió el polvo.

Tal y como recuerda Kempf, de manera casi constante, diminutos granos de material rocoso atraviesan el sistema solar. Ese polvo se va depositando en los cuerpos planetarios, y también en el hielo de los anillos de Saturno.

«Hay que pensar en esos anillos como si fueran la alfombra de su casa», dice Kempf. «Si tienes la alfombra limpia, sólo hay que esperar. El polvo se depositará en la alfombra. Lo mismo ocurre con los anillos».

De 2004 a 2017, el equipo utilizó un instrumento llamado Analizador de Polvo Cósmico de la nave espacial Cassini de la NASA para analizar las motas de polvo que volaban alrededor de Saturno.

Durante 13 años, recogieron solo 163 granos que se habían originado más allá de la vecindad cercana del planeta. Pero fue suficiente. Según sus cálculos, es probable que los anillos de Saturno lleven acumulando polvo sólo unos cientos de millones de años, es decir, son «fenómenos nuevos», que surgen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos (en términos cósmicos).

El origen de los anillos, un misterio

Ahora «sabemos aproximadamente cuántos años tienen los anillos, pero eso no resuelve ninguno de nuestros otros problemas» porque «seguimos sin saber cómo se formaron estos anillos», reconoce Kempf.

Los astrónomos llevan más de 400 años fascinados por estos anillos.

En 1610, el astrónomo italiano Galileo Galilei los observó por primera vez a través de un telescopio, pero no sabía qué eran y en el siglo XIX, Maxwell, un científico escocés, llegó a la conclusión de que los anillos de Saturno no podían ser sólidos, sino que estaban formados por muchas piezas individuales.

Hoy en día, se sabe que Saturno alberga siete anillos compuestos por innumerables trozos de hielo que se extienden casi 281.600 kilómetros desde la superficie del planeta.

Durante la mayor parte del siglo XX, los científicos supusieron que los anillos probablemente se formaron al mismo tiempo que Saturno pero esa idea plantea algunas incongruencias, como que los anillos de Saturno están relucientemente limpios.

Las observaciones sugieren que están formados por un 98% de hielo de agua en volumen y una pequeña cantidad de materia rocosa.

Pero Cassini hizo posible poner edad a estos anillos. La nave llegó por primera vez a Saturno en 2004 y recopiló datos hasta que se estrelló intencionadamente contra la atmósfera del planeta en 2017.

En su misión, el Analizador de Polvo Cósmico, que tenía forma de cubo, iba recogiendo pequeñas partículas cuando pasaban zumbando.

El equipo estimó que el polvo interplanetario aportaría mucho menos de un gramo de polvo en cada metro cuadrado de los anillos cada año, poca cantidad pero suficiente para acumularse con el tiempo.

Golpe de suerte

Los anillos podrían estar desapareciendo. En un estudio previo, los científicos de la NASA descubrieron que el hielo está cayendo lentamente sobre el planeta y estimaron que podría desaparecer en unos 100 millones de años.

Para Kempf, el hecho de que estas efímeras formaciones existieran en una época en la que Galileo y la nave espacial Cassini pudieron observarlas parece un gran golpe de suerte.

Sobre su origen, algunos científicos, han planteado que podrían haberse formado cuando la gravedad del planeta desgarró una de sus lunas pero, Kempf cree que hay que seguir investigando porque: «Si los anillos tienen una vida corta y son dinámicos, ¿por qué los vemos ahora? «Es demasiada suerte».