Por Consuelo Doddoli, Ciencia UNAM-DGDC

Sin que seamos conscientes, nuestra vida diaria está fuertemente impactada por los satélites; sin estos aparatos no podríamos utilizar los teléfonos celulares, no tendríamos acceso a internet, sería imposible monitorear los incendios o los huracanes, no podríamos conocer el pronóstico del tiempo ni usar los cajeros automáticos.

A partir del 4 de octubre de 1957, cuando la Unión Soviética colocó en el espacio el Sputnlk 1, primer satélite construido por el humano, se han puesto en órbita alrededor de 13 mil satélites, de los cuales solo alrededor de ocho mil están funcionando.

Además de los satélites fuera de servicio, en el cosmos están los restos de naves espaciales que se han lanzado desde la Tierra y miles de fragmentos generados por artefactos que al chocar explotan y generan muchos pedazos más pequeños. Esta cantidad de objetos alrededor de nuestro planeta se está convirtiendo en un problema de contaminación en el espacio.  Se le ha llamado “basura espacial”.

Riegos ambientales

En el inicio de la exploración espacial, este fenómeno no se consideró como un posible problema. Sin embargo, estos objetos pueden quedarse ahí por decenas, centenas o miles de años, asegura la doctora Lisette Farah, de la Facultad de Contaduría, Administración de la UNAM.

Comenta que actualmente se tienen registrados alrededor de 700 mil pedacitos de basura que se pueden observar. Sin embargo, también existen otros desechos espaciales que no se ven porque solo miden unas cuantas micras de diámetro.

Hoy en día, existen en el espacio más satélites que nunca y se espera que este número siga creciendo rápidamente en los próximos años, principalmente en la órbita baja (de aproximadamente 160-2000 km sobre la superficie de la Tierra), lo que implicaría un crecimiento desmedido de aparatos que acabarán su vida útil y seguirán orbitando alrededor de la Tierra.

Estos desechos se han convertido en un serio problema para las comunicaciones, ya que existe el riesgo de un impacto entre un satélite en funciones y un trozo de basura espacial. Y es que el internet, las telecomunicaciones, el GPS, los servicios de seguridad militar, muchas de las investigaciones científicas, la industria alimentaria, dependen totalmente de los satélites para su correcto funcionamiento, relata la especialista en industria espacial y sostenibilidad.

Un problema de difícil solución

Tanto las agencias espaciales como los gobiernos de algunos países están trabajando en la búsqueda de estrategias para limpiar el espacio exterior.

Hasta ahora, existen distintas propuestas que van desde colocar brazos mecánicos que detengan la basura o redes que la atrapen para después ser lanzada a la Tierra y se desintegren cuando ingresen a la atmósfera. Otra posibilidad es que estos brazos o redes lleven la basura cerca del Sol, para que sea atraída por su fuerza de gravedad, y se desintegre. 

Otra propuesta es llevar estos objetos obsoletos a una cierta zona del espacio que es considerado “el basurero espacial”, lo cual es poco recomendable ya que contaminar el espacio no debería de ser una solución.

Sin embargo, dice la investigadora, el problema es muy complejo, ya que estas estrategias tienen un costo económico muy alto porque no tienen ningún objetivo comercial, ni científico. Además tienen implicaciones desde el punto de vista político y legal, de transferencia de tecnología y hasta de seguridad nacional.

Por ejemplo, si Estados Unidos llegará a recuperar un satélite de China, podría ocasionar un problema entre ambos países ya que la tecnología pertenece a los chinos y estaría en manos de los estadounidenses.

Hay que tener en cuenta que algunos satélites son de uso exclusivo militar, lo que se prestaría a que las tecnologías de limpieza del espacio sean utilizadas con otros fines. Es decir, si un país va a limpiar el espacio, no solo sería la basura de este, sino la de varios países.

Y es que, desde el punto de vista legal, es muy difícil tener una política del uso del espacio ya que este se considera un bien de todos los habitantes de la Tierra, por lo que solo se tienen normas y acuerdos comunes para su uso. Esto dificulta la implementación de las estrategias que se mencionaron antes para la limpieza.

La doctora Farah afirma que como parte de la labor que realiza en la UNAM, está proponiendo el implementar algunas medidas para dejar de generar este tipo de basura.

Una de ellas es considerar, como parte de la planeación de la misión, qué se va hacer con el satélite cuando termine su vida útil, esto es regresarlo a la Tierra o tener una estrategia para destruirlo. Esta medida significa empezar a planear las misiones espaciales de forma distinta a cómo se ha hecho hasta ahora, se tendría un proceso sustentable que incluiría el ciclo de vida completo de la misión, desde que se construye, se pone en órbita y cuando se deje de usar se deberá especificar cómo se va a reciclar.

La especialista enfatiza que, aunque no se ve una solución a corto plazo, sí hay un interés de las distintas agencias espaciales, principalmente la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la Agencia Espacial Europea (ESA) en resolver este problema, por lo que se le están dedicando recursos económicos y humanos para solucionarlo.