Colombia.
Después de la muerte del artista colombiano Enrique Grau Araújo en abril de 2004, su casa quedó como testimonio de vida. En el 2008, un año después de ser restaurada con apoyo del Ministerio de Cultura, se inauguró el Museo y Centro Cultural Casa Grau, ubicado en la calle 94 con Carrera 7ma, los 800 metros cuadrados mantienen vivos el legado y la voz del artista.
“Cada que entro a la casa es como entrar en un pequeño palacio, guardar las proporciones es como para entrar en un oasis y cada que conozco más la obra, ya llevo 15 años viendo la obra del maestro Grau, me enamoro más y pienso que él pudo haber sido mucho más importante de lo que fue a nivel internacional”; detalló Mónika Hartmann, directora y administradora del museo.
Esta vivienda de aire cartagenero fue diseñada por Enrique Gómez, un sobrino del maestro Grau, que sabía que iba a ser un lugar que se inunda de arte. En la primera planta hay una galería en la que el maestro pintó parte de su obra, mientras que arriba se podía apreciar una parte más personal de lo que fue la vida de este artista colombiano.
“Dentro de la casa van a encontrar la colección privada del arte republicano, arte colonial y precolombino y las obras de Grau, pero no todas, una que otra y de otros artistas. Los que vienen a exponer acá en el salón, dejan una obra para la fundación”; acentuó el guía, Belisario.
La esencia de Grau habita dentro de estas paredes. Entrar es encontrarse con objetos y espacios que hablan de la intimidad del artista: bastones, máscaras, artesanías, figuras de porcelana, fotografías en blanco y negro y varios dibujos y bocetos evocan los días de antaño, pero también es encontrarse con las ritas y las marías mulatas.
“La ‘RITA’ es un ícono de la obra del maestro Grau. Por eso hay una enorme en el Parque Nacional y la María Mulata es el ave cartagenera por excelencia. Fueron dos de las obras icónicas del maestro Grau y nosotros quisimos hacer un homenaje al maestro en distintas oportunidades para recolectar fondos”, explicó Hartmann.
En estos 13 años, la falta de recursos para sostener el museo y mantener vigente el legado del maestro Grau ante un público escaso ha sido su principal reto. “La esencia de la casa debería ser obviamente, todo lo que es cultura, pero desafortunadamente en estos países, y lo tengo que decir muy claro, la cultura no es lo más importante. Entonces, realmente lo que más nos da son los eventos empresariales”, destacó Hartmann.
A pesar de las dificultades, Mónika ha asumido el reto de seguir dando vida a espacios que transmiten no sólo arte, sino paz. “Cuando tú te sientas en la sala y ves este patio, sientes un remanso de paz, porque Bogotá se ha vuelto bullicioso, incómodo, complicado con el tráfico, tanto cemento. Y tú entras aquí, y tu alma se regocija porque tú ves verde, tú ves tranquilidad, no oyes bulla, es una maravilla”, contó Mónika.
Como ‘RITA’, el museo permanece de pie, imponente, esperando que alguien llame a la puerta de esta casa amarilla y se deje cautivar por su color, el arte y la historia.
Por: Directo Bogotá.
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