Iberoamérica.
El síndrome de Dravet es una enfermedad rara que afecta a una de cada 16.000 personas. Un grupo de científicos, liderado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), señaló cambios en las células gliales de la retina de ratones con mutaciones en el gen SCN1A, el principal responsable de este síndrome.
Trabajos anteriores habían estudiado el cerebro de ratones con este gen –que aparece mutado en el 80 % de los pacientes con Dravet–. La novedad de este estudio, publicado en International Journal of Molecular Science es que, por primera vez, se describen cambios en la glía de la retina, en concreto, en la microglía y la astroglía. Las células gliales acompañan a las neuronas y se encargan de protegerlas, alimentarlas o limpiar el entorno para que la neurona sobreviva, entre otras funciones.
“La línea de trabajo que estamos desarrollando en la última década evidencia que en enfermedades neurodegenerativas la retina se convierte en una ventana a través de la cual podemos observar lo que ocurre en el cerebro. El trabajo que acabamos de publicar demuestra que también puede ser una ventana para enfermedades del neurodesarrollo como es el caso del síndrome de Dravet”, destaca Elena Salobrar García, investigadora del Instituto de Investigaciones Ofatlmológicas Ramón Castroviejo (IIORC) de la UCM.
Convulsiones y retraso cognitivo
El síndrome de Dravet, para el que a día de hoy no existe cura, es una encefalopatía epiléptica que comienza el primer año de vida y se asocia a convulsiones frecuentes y prolongadas que puede provocar retraso en el desarrollo cognitivo. Esta patología pertenece, junto a más de 7000, al grupo conocido como enfermedades raras, que hoy conmemoran su Día Mundial.
Para llevar a cabo el estudio, en el que también participa el Instituto Universitario de Investigación en Neuroquímica de la UCM, se analizaron las retinas en un modelo transgénico –genéticamente modificado- en estadios tempranos del desarrollo, ya que esta etapa brinda información valiosa para un enfoque de medicina de precisión dirigida a estos pacientes. Todo el análisis del tejido se llevó a cabo por el Instituto de Investigaciones Oftalmológicas Ramón Castroviejo.
Si los cambios que se están produciendo en la retina pueden ser detectados con técnicas no invasivas y de fácil manejo como la Tomografía de Coherencia Óptica, se abre la posibilidad de que en un futuro las imágenes obtenidas puedan servir como un posible biomarcador de respuesta al tratamiento en el síndrome de Dravet.
“El estudio de la retina resulta menos invasivo que otras técnicas y por lo tanto es muy interesante conocer qué ocurre con el sistema visual de estos animales en respuesta al tratamiento ya que puede ayudar a valorar la eficacia de una terapia mediante una técnica de sencillo manejo y con poco impacto sobre el paciente”, explica Ana Isabel Ramírez, también investigadora del IIORC.
Además de la universidad madrileña, en el trabajo participó el CIBER de Enfermedades Neurodegenerativas, Instituto Ramón y Cajal de Investigación Sanitaria y la Universidad de Calabria (Italia).
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