Montreal, Canadá.
Las crisis climática y de biodiversidad están unidas, por lo que es «urgente actuar», dice Elizabeth Maruma Mrema, secretaria ejecutiva del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) de la ONU.
«Sigo siendo optimista», explica a pocos días del inicio de la COP15 dedicada a la biodiversidad en Montreal, esperando un «momento de París» para la naturaleza, en referencia al histórico acuerdo de 2015 destinado a limitar el calentamiento global.
Con miras a la COP15
La cumbre se abre el miércoles y se extenderá hasta el 19 de diciembre, se realiza con dos años de retraso a causa de la pandemia de covid-19. Cerca de 200 países, intentarán elaborar un nuevo marco global para la protección de la naturaleza.
Pero después de tres años de laboriosas negociaciones, los puntos de fricción siguen siendo numerosos.
«La biodiversidad debe tener éxito, porque de ahí vienen las soluciones para la implementación del Acuerdo de París. La naturaleza es tan importante como el clima y los dos temas deben abordarse juntos», insiste Maruma Mrema.
Nos hemos acercado a los «puntos de inflexión», pero «no es demasiado tarde» antes de que «no quede nada que dejar a nuestros hijos», dice la funcionaria tanzana. Lo anterior, al recordar que el declive de la biodiversidad ha alcanzado «niveles sin precedentes en la historia de la humanidad».
«Calculamos que el 90% de los ecosistemas se han visto afectados hasta el momento y más de un millón de especies están amenazadas de extinción», añade.
Durante esta COP, «lo importante es que se adopte un marco, todos tendremos interés en asegurarnos de que se implemente para evitar volver al punto de partida», estima, acogiendo con satisfacción el hecho de que se hayan aprendido las lecciones respecto de 2010.
Ese año, los 196 países signatarios del CDB se comprometieron a implementar medidas, denominadas Metas de Aichi, para detener el declive de la biodiversidad para 2020.
Casi ninguna de ellas fue alcanzada.
Objetivos cuantificados
Maruma Mrema se alegra por el compromiso mostrado en esta oportunidad por todas las partes interesadas: empresas, gobiernos, ciudadanos y oenegés. El aplazamiento de dos años ha permitido ampliar las consultas, añade.
«Esta vez, el marco se adoptará junto con un mecanismo de seguimiento, y todos los objetivos estarán acompañados de metas numéricas» dijo.
Este no fue el caso del último acuerdo. Pero la aprobación de objetivos cuantificados ambiciosos estará condicionada a compromisos financieros de Norte a Sur, uno de los puntos complicados de las negociaciones, admite.
Al igual que con las conversaciones sobre el clima, varios países quieren «asegurarse de que habrá suficientes recursos financieros disponibles para la implementación» de las medidas.
Entre los veinte objetivos en discusión, la ambición principal, denominada 30×30, apunta a poner al menos el 30% de las tierras y los mares del mundo bajo protección legal mínima para 2030.
En el acuerdo anterior de 2010, la propuesta fue hacerlo con el 17% de las tierras y el 10% de las aguas.
Pero para Elizabeth Maruma Mrema, este es solo un «objetivo entre 22» y será fundamental mirar el acuerdo «en su conjunto».
«Si debemos revertir la pérdida de biodiversidad para 2030, significa que todos los objetivos deben implementarse y no solo uno«.
Por: Marion Thibaut.
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