Iberoamérica.

Los líderes mundiales ya están advertidos de que su falta de acción sobre el cambio climático significará que los límites críticos de aumento de la temperatura superarán más de 1°C este siglo.

Actualmente no existe un “camino creíble” para mantener el aumento de la temperatura en 1,5°C —como prometieron los líderes en 2015—, afirma el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su informe sobre la brecha de emisiones 2022.

Los compromisos asumidos durante la COP26 celebrada en 2021 en Glasgow (Escocia) y en los 12 meses transcurridos desde entonces conducirían a una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero inferior al uno por ciento de las emisiones proyectadas para 2030, según el PNUMA. Esto significa que se espera un aumento de la temperatura global de entre 2,4 y 2,6°C para 2100, incluso si esos compromisos se cumplen.

“Tuvimos nuestra oportunidad de hacer cambios graduales, pero ese tiempo se acabó”, señaló Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA. “Solo una transformación de raíz de nuestras economías y sociedades puede salvarnos de un desastre climático acelerado”, subrayó.

“Reformar la economía global y reducir casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 es una tarea difícil, y algunos dirían imposible, pero debemos intentarlo”, añadió.

Cada fracción de grado cuenta: para las comunidades vulnerables, para las especies y ecosistemas, y para cada uno de nosotros”, remarcó.

El informe del PNUMA es uno más en la avalancha de análisis presentados en vísperas de la COP27, la cumbre climática de la ONU que tendrá lugar en Egipto este mes (noviembre 2022).

Aumento de las emisiones

Las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en un puñado de regiones, según muestra el análisis de datos de carbono, pero a nivel mundial continuaron aumentando entre 1990 y 2019. Lo anterior, con una reducción en los primeros días de la pandemia de COVID-19 debido a la suspensión de viajes aéreos, terrestres y la industria.

Crédito: Our World in Data, bajo licencia Creative Commons (CC BY 4.0). En SciDev.Net América Latina y el Caribe.

Si bien las emisiones de gases de efecto invernadero suelen denominarse “antropogénicas” —es decir, causadas por los humanos— son los países e individuos más ricos los responsables de las emisiones históricas y actuales.

Desde 1990, el 50 por ciento más pobre de la población mundial ha sido responsable de solo el 16 por ciento del crecimiento de las emisiones, mientras el 1 por ciento más rico provocó el 23 por ciento del crecimiento total de emisiones.

Un análisis de datos realizado por el economista Lucas Chancel, del Laboratorio de Desigualdad Mundial de la Escuela de Economía de París, publicado en setiembre en Nature Sustainability, encontró que la mayor parte de ese uno por ciento de emisiones provino de las inversiones más que del consumo.

Los países del África subsahariana tienen en promedio la huella de carbono más baja, mientras que países ultrarricos como Luxemburgo o Estados Unidos, tienen la más alta, según un estudio liderado por la Universidad de Groningen, Países Bajos.

Aumento de los costos climáticos

En 2009, los países ricos con altas emisiones se comprometieron a aportar US$ 100 mil millones anuales para 2020 a los países en desarrollo para mitigación y adaptación al cambio climático, y en 2015 se repitió esta promesa incumplida extendiéndola hasta 2025.

Pero aún no se ha cumplido. Y gran parte del financiamiento facilitado ha llegado en forma de préstamos y no de subvenciones. La financiación pública representó la mayor parte y fue aumentando año a año desde 2015, pero el financiamiento privado experimentó variaciones y descensos, según el análisis publicado en julio por la OCDE, la alianza de 38 economías de mercado.

Según la ONU los países vulnerables requieren US$33 mil millones para recuperarse de inundaciones, incendios y otros eventos meteorológicos extremos causados por el cambio climático. Crédito de la imagen: Federación Internacional de sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC-ND 2.0). En SciDev.Net América Latina y el Caribe.

 

La OCDE descubrió que se proporcionaron US$ 83,3 mil millones de financiamiento climático a los países en desarrollo en 2020. La mayor parte de ese monto se destinó a mitigación climática y principalmente estuvo dirigido a Asia y a países de ingresos medios.

Si bien la OCDE dice que el financiamiento para adaptación va en aumento, el Instituto de Recursos Mundiales (World Resources Institute, WRI), organización de investigación sin fines de lucro, sostiene que se necesitan más fondos para cumplir el compromiso adicional asumido en 2021 por los países de altos ingresos de otorgar US$ 40 mil millones en financiamiento destinado a la adaptación para 2025.

El financiamiento por los daños irreversibles causados por el cambio climático —conocido como pérdidas y daños— está concitando atención y se espera que los países de ingresos bajos y medios y las comunidades vulnerables le den un gran impulso en la COP27. Los países menos responsables por las emisiones históricas son los que más están sintiendo el cambio climático, y esperan que los países ricos les hagan una restitución financiera.

Desde 2017, prácticamente la mitad de los llamamientos de la ONU para dar apoyo a los desastres climáticos no ha sido atendida, dejando que los países que menos pueden permitírselo consigan US$ 33 mil millones para recuperarse de inundaciones, incendios y otros eventos meteorológicos extremos.

El análisis de la organización benéfica internacional Oxfam también encontró que por cada US$ 2 solicitados por un país que enfrenta una catástrofe climática, recibe alrededor de US$ 1.

Sistemas de transición

Los sistemas de agricultura industrial son los principales causantes de los gases de efecto invernadero, mientras que los sistemas alimentarios a nivel mundial son responsables del 80 por ciento de la deforestación, del 70 por ciento de uso de agua dulce, y los mayores impulsores de la pérdida de biodiversidad basada en la tierra, señala el más reciente informe de Perspectivas Mundiales de Tierras de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD por sus siglas en inglés).

Hasta el 40 por ciento de las tierras del planeta están degradadas, según el informe, que tardó cinco años en elaborarse. Los compromisos nacionales para restaurar mil millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030 requerirían hasta US$1,7 billones, mucho menos que los US$ 700 mil millones que se gasta cada año en subsidios a los combustibles fósiles y a la agricultura, según la UNCCD.

La producción intensiva de los monocultivos y la deforestación generan la mayor parte de las emisiones de carbono asociadas al cambio de uso de la tierra, mientras que los óxidos nitrosos provenientes del uso de fertilizantes y las emisiones de metano de la ganadería constituyen “la mayor y más potente cuota” de las emisiones agrícolas de los gases de efecto invernadero, destaca el documento.

Existe un vínculo directo entre incendios forestales y deforestación. Ambas conducen a la pérdida de biodiversidad y afectan la salud de los habitantes de las comunidades aledañas. Crédito de la imagen: Serfor Perú, imagen en el dominio público. En SciDev.Net América Latina y el Caribe.

“Lo que es claro e inequívoco es la necesidad de tomar medidas coordinadas para frenar o revertir significativamente el cambio climático, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad para salvaguardar la salud humana y los medios de subsistencia, garantizar la seguridad alimentaria e hídrica, y dejar un legado sostenible a las futuras generaciones”, añade.

¿Se acerca el fin de los combustibles fósiles?

La “edad de oro del gas” ha terminado, anunció la Agencia Internacional de Energía (AIE) al publicar su informe Perspectivas Mundiales de Energía 2022, en vísperas de la COP27.

Mientras la AIE admite que el fortalecimiento de las políticas, los elevados precios en el corto plazo y las preocupaciones por la seguridad energética precipitarán el fin de esta “edad de oro”, afirma que el combustible fósil seguirá siendo “crucial” en medio de la reducción de los flujos de los gasoductos hacia Europa y la demanda de importaciones en Asia.

El documento dice que las repercusiones de la invasión rusa a Ucrania y el impacto duradero en las políticas energéticas de combustibles fósiles harían que la demanda mundial de “todos los combustibles fósiles” alcance su punto máximo en 2025.

“Los mercados y las políticas energéticas han cambiado como resultado de la invasión de Rusia a Ucrania, no solamente por el momento, sino para las próximas décadas”, expresó Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE.

“Incluso con la configuración política actual, el mundo de la energía está cambiando drásticamente ante nuestros ojos. Las respuestas de los gobiernos en todo el mundo prometen hacer de éste un punto de inflexión histórico y definitivo encaminándose hacia un sistema energético más limpio, asequible y seguro”, remarcó.

Por: Fiona Broom en SciDev.Net América Latina y el Caribe.