Pego, Portugal.
Hace un año que no sale humo blanco de las dos torres de refrigeración de la última central de carbón de Portugal. El país ibérico renunció a esta fuente de energía antes de lo previsto y apuesta por las renovables.
«Mi trabajo hoy es cerrar la central» de Pego, a 120 km al noreste de Lisboa, explica el jefe operador Joao Furtado, quien recorrie el lugar con una linterna en la mano y un casco de seguridad en la cabeza.
Las luces de neón apagadas y el polvo que se acuamula, atestiguan el cierre de la central en noviembre de 2021, casi 30 años después de su entrada en funcionamiento.
Tras el cese de actividad a principios de 2021 de la central de Sines, situada a 90 km al sur de Lisboa, el gobierno decidió no prolongar la de Pego y, con ocho años de antelación al calendario previsto, Portugal se convirtió en el cuarto país de Europa en abandonar el carbón.
Mientras que la crisis energética a causa de la guerra en Ucrania, empuja a varios países europeos a reabrir o prolongar centrales eléctricas de carbón, el gobierno de Lisboa «sigue convencido de que no será necesario reconsiderar esta decisión», juzgada como «importante para el medio ambiente», aseguró a mediados de septiembre, el ministro de Medio Ambiente, Duarte Cordeiro.
«Un ejemplo en Europa»
En junio, Austria decidió volver a utilizar el carbón después de haber renunciado a él dos años antes.
«Portugal es un ejemplo en Europa», se congratula Pedro Nunes, especialista en energías renovables en el seno de la asociación ambientalista Zero. Pedro recordó que las dos centrales de carbón representan por sí solas «cerca del 20%» de las emisiones de gases de efecto invernadero del país.
Para sustituir la contribución del carbón a la producción de electricidad, el gobierno espera desarrollar sus energías verdes para obtener 80% de su electricidad en 2026, frente al 40% en 2017.
Si bien la proporción de energías renovables en la producción de electricidad alcanzó casi 60% en 2021, esta cifra se redujo a alrededor del 40% en los primeros nueve meses de este año. Esto debido a una sequía histórica que hizo caer la producción de energía hidráulica.
Aunque espera aumentar su capacidad de producción de energía eólica y solar -donde Portugal sólo figura en el octavo y decimotercero lugar, respectivamente-, el país ibérico es dependiente de las energías fósiles, en gran medida (71% de la mezcla energética total en 2020, según Eurostat).
Durante esta fase de transición, la estrategia pasa «inicialmente por la producción de electricidad en centrales de gas, que son un tercio menos contaminantes que el carbón», señala Nunes.
Importaciones en alza
El país se dotó de centrales de ciclo combinado con gas natural, como la que funciona desde 2011 en el emplazamiento de Pego, junto a la antigua central de carbón, y cuyo contrato de explotación se extiende hasta 2035.
«No es casualidad» que Portugal sea uno de los primeros Estados en abandonar el carbón en Europa, porque el país ya prepara su transición energética «desde hace mucho tiempo», subraya Pedro Almeida Fernandes, responsable de las energías renovables de la filial portuguesa del grupo español Endesa.
Fue esta empresa la que ganó el proyecto de reconversión de la central de carbón de Pego, comprometiéndose a crear de aquí a 2025 un parque mixto que combine energía solar, eólica e hidrógeno verde, con un sistema de almacenamiento por batería.
Portugal, conocido por sus 300 días de sol al año, espera aumentar su capacidad de producción de energía solar en 50%, hasta tres gigavatios, solo en 2022. Esto según una estimación del gobierno.
Sin embargo, según el profesor Pedro Clemente Nunes, especialista en cuestiones energéticas de la Universidad Técnica de Lisboa, el abandono anticipado del carbón fue «mal preparado».
Desde hace un año, Portugal «aumentó considerablemente sus importaciones de electricidad» de España que, según observa, «sigue produciendo energía a partir del carbón».
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