París.
En un lugar secreto cerca de París, un equipo de restauradores se emplea a fondo para limpiar y acondicionar de nuevo las 22 enormes pinturas que decoraban la catedral parisina de Notre Dame, otro de los desafíos de cara a la reapertura del templo, prevista en 2024.
En comparación con la gigantesca obra pública en el corazón de París, esta delicada tarea pasa desapercibida, a pesar de que también es «una carrera contrarreloj», asegura la restauradora Laurence Mugniot.
Las obras llegaron en diversos estados al taller en las afueras de París, cuya localización no se ha hecho pública por motivos de seguridad.
Una operación de restauración simultánea de estas dimensiones es inusual, la mayor jamás realizada en Francia. Su coste: 2,7 millones de euros (2,6 millones de dólares).
Enormes bastoncillos
A un lado, varios expertos emplean enormes bastoncillos de algodón para limpiar las telas, sucias tras siglos de polvo y barnices de dudosa calidad.
En otro rincón, otros restauradores se concentran en aplicar delicadas pinceladas en las zonas más dañadas.
Los cuadros llegaron seis semanas después del incendio de 2019. De las 25 telas, solamente se renuevan 22, repartidas en tres inmensas salas herméticas.
«Dos años puede parecer mucho tiempo, pero es lo que se necesita habitualmente para restaurar una tela como ‘El triunfo de Job'» comenta Laurence Mugniot a AFP, en alusión a la gigantesca obra del italiano Guido Reni a sus espaldas.
El calendario es muy apretado, así que el trabajo se encadena. En cuanto un grupo de expertos ha terminado una etapa, se pasa a la siguiente sin interrupción.
Historial médico
«No tocamos ninguna tela sin conocer antes su historial médico», advierte Oriane Lavit, conservadora de patrimonio del Centro de Investigaciones y Restauraciones de los Museos de Francia.
Ese historial se determina mediante un minucioso análisis técnico.
La etapa siguiente es limpiar. Los bastoncillos están impregnados de un producto especial. El movimiento es preciso, circular. Se empieza por las partes más dañadas.
«Lo que buscamos es devolverle su verdadera naturaleza» explica Laurence Mugniot, que se encarga de la limpieza del «Triunfo de Jacob».
En otra sala, de donde brota un ligero olor a pintura, la conservadora-restauradora Cinzia Pasquali empuña con delicadeza los pinceles.
El objetivo de este trabajo de orfebre es tapar las grietas y reparar las zonas descascarilladas.
«Utilizamos colores específicos, reversibles. No trabajamos con los colores de la época» explica.
Las decisiones en esta etapa clave se toman de forma colectiva, es un diálogo constante entre los conservadores.
Enfrente trabaja Jean-François Hulot, especialista de la renovación de la estructura de los cuadros.
Las obras de Notre-Dame fueron pintadas en los siglos XVII y XVIII, y el fuego que consumió durante horas la parte superior de la catedral las afectó de forma distinta.
Jean-François Hulot trabaja en medio de un vago olor de cola, que aplica con parsimonia sobre el soporte de madera que sustenta «El Martirio de San Bartolomé».
La tela, cuyos bordes sufrieron desperfectos, ha sido depositada horizontalmente en una mesa de trabajo.
Otro equipo ha desmontado el marco. «El calor del incendio secó y dañó la madera» explica Jean-Pierre Galopin.
Una vez terminadas todas esas etapas, las pinturas son trasladadas por equipos de entre 8 y 10 personas. Los cuadros permanecerán en una sala especial hasta el día de su traslado definitivo a la catedral.
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