Madrid, España.

Los investigadores Daniel Martín y Arturo Paz se toparon con una sorpresa cuando fueron a revisar sus trampas para insectos durante el invierno. Los cebos con carroña que colocaron en Madrid habían atraído a dos moscas nunca antes descritas por la comunidad científica: Phyllolabis eiroae y Phyllolabis martinhalli.

Incapaces de encontrar ambos especímenes en registros previos, se los enviaron al taxónomo Jorge Mederos, quién les confirmó que se trataba de dos nuevas especies del género Phyllolabis Osten Sacken, que cuenta con 49 individuos conocidos alrededor del mundo. Su hallazgo se recoge en la revista Zootaxa.

“Ambas pertenecen al grupo de los nematóceros, insectos de cuerpo delgado que tienen dos alas estrechas y largas y patas muy finas. De hecho, al ser tan estilizadas estas se desprenden fácilmente, lo que les facilita escapar de sus depredadores si las atrapan”, explica a SINC Mederos, investigador en el Museu de Ciències Naturals de Barcelona (MCNB).

Trampas pioneras para capturar insectos

Las trampas fueron cebadas con calamares, semienterradas en el suelo y protegidas con piedras para evitar que los animales salvajes las destruyeran. Se colocaron un total de 63 durante un año, obteniendo 756 muestras en el proceso, incluidas las dos moscas nuevas.

Cada trampa contenía un frasco con una solución de etilenglicol que mataba y preservaba a los insectos durante siete días. Los ejemplares almacenados en dichos frascos se enjuagaban y conservaban en alcohol etílico al 80 %. “Esta es la primera vez que especies de esta familia de moscas cayeron en este tipo de engaño. Hasta ahora, se capturaban sin usar cebos”, comenta Mederos.

Durante los meses de invierno, los entomólogos generalmente limitan sus esfuerzos de muestreo y ciertos insectos pueden pasarse por alto, ya que muchos de ellos hibernan. De ahí que este método sea tan eficaz para hacer inventario de la fauna de dípteros durante los meses más fríos.

Insectos con predilección por zonas altas y frías

La presencia de moscas suele ser más frecuente en verano, pero Phyllolabis eiroae y Phyllolabis martinhalli parecen ser más activas durante la temporada invernal. “Esto les supone la ventaja de ser las primeras en acudir a la materia orgánica que se está descomponiendo después de que se derrita la nieve. De este modo, se complementan con otros descomponedores más activos en el resto de las estaciones del año. Esa es nuestra hipótesis”, sostiene Mederos.

Aunque anteriormente se han encontrado otras moscas del mismo género en Canarias y en Jaén, las dos nuevas especies serían propias de zonas con una altitud alrededor de los mil metros, según comentan los autores del estudio. Además, el clima mediterráneo podría demasiado seco y caluroso para ellas durante las estaciones más cálidas.

“Incluso en sitios donde se ha estudiado la biodiversidad durante un siglo o más, siguen apareciendo nuevas especies. El problema es que hay pocos taxónomos para asumir el ritmo al que se van descubriendo e identificando. Es una ciencia a la que no se le dedican recursos económicos, aunque de ella dependa el progreso de otros campos como la biología molecular”, se lamenta el investigador.