Turquía. 

La Cisterna Basílica, una de las joyas de Estambul, construida bajo el imperio de Justiano el Grande, reabrió sus puertas después de cinco años de reformas que transformaron el depósito de agua en un refrescante refugio subterráneo de luz y sonido.

Construida en el año 542 cerca de Santa Sofía, en aquel entonces catedral y ahora mezquita, la basílica era parte de una red de más 100 cisternas iniciadas por los romanos y completadas por los bizantinos y los otomanos para dotar de agua a la ciudad y sus palacios.

Conocida en Turquía como Yerbatan Sarnici («cisterna enterrada»), sus filas de columnas se hicieron famosas en una escena de la película de James Bond «Desde Rusia con amor», filmada en 1963.

Pero el miedo de una implosión de la basílica por la mínima sacudida de un sismo en Estambul llevó a que en 2017 la ciudad cerrara el sitio para reforzar su estructura y restaurarlo.

Estuvo cerrado por completo tras la pandemia del coronavirus en 2020, con lo cual los trabajadores reforzaron y limpiaron el palacio acuático de 138 por 65 metros, dijo Aysen Kaya, subjefa del departamento de patrimonio histórico del municipio.

En las cornisas de las 336 columnas que sostienen el techo subterráneo se instalaron varas de acero dispuestas en 12 filas.

Los muros de ladrillo fueron limpiados de los trazos de intentos de restauración previos y menos prolijos.

«Al raspar las capas añadidas de cemento, dejamos expuesto el ladrillo», comentó Kaya, al señalar dos tubos que quedaron en evidencia por las nuevas obras: uno que llevaba agua a Aya Sofía y otro a un palacio que existía antes de que los sultanes construyeran el harén Topkapi al lado.

La Cisterna Basílica podía almacenar casi 80 mil  litros de agua venida de acueductos en montañas ubicadas 19 km al norte.

Con ello ayudó a los bizantinos a resguardarse de la sequía veraniega.

Medusa al revés

La renovación eliminó un puente peatonal para turistas ubicado a 1,6 metros sobre el suelo, lo que permite a los visitantes acercarse a medio metro del agua.

Pero además de los cambios estructurales, la basílica fue impregnada de una sensación mística, casi espiritual, donde los colores cambiantes de las luces estroboscópicas cambian la perspectiva de las personas y revelan nuevos detalles.

Una famosa cabeza de Medusa que adorna dos de los pilares –que según la leyenda fueron grabadas al revés para que las personas que la vean no se conviertan en piedra– ahora luce más vívida y aterradora.

En el corazón de la estructura, representando el arte y las técnicas del momento, se insertaron obras contemporáneas para dar mayor efecto, como una mano que emerge del agua.

Una medusa translúcida, moderna, parece danzar entre las columnas, iluminada por el arco iris de colores que iluminan la sala oscura con un suave resplandor.

«Queríamos una instalación de luces que no le quitara nada a la atmósfera mística del palacio», explicó Kaya.

La fila de turistas para ingresar a la cisterna bajo el calor veraniego de Estambul da cuenta del éxito de la restauración.

«Absolutamente increíble, totalmente único», comentó Nick Alatti, un turista británico de 40 años.

«Nunca antes vi un sitio así y vivirá conmigo por mucho tiempo», aseguró.