El Congo.
En el este de la República Democrática del Congo (RDC) millones de personas cargan sobre sus hombros los traumas de más de dos décadas de guerra, sin embargo, pocas pueden recibir el tratamiento que necesitan.
El centro psicosocial de Mutima empezó su andadura en 2020 con un grupo de mujeres de las localidades de Lwiro, Katana y Kavumu, y un hallazgo sombrío: los psicólogos enseguida descubrieron que casi todas ellas presentaban algún trastorno mental.
“Algunas de esas mujeres habían sido violadas delante de sus hijos, o habían violado a sus niños. Otras perdieron a sus maridos, que habían sido secuestrados por los rebeldes para obligarles a luchar desde los bosques”, dijo el psicólogo Donatien Bashagaluke. Mutima ha trasladado sus terapias al cercano parque nacional de Kahuzi-Biéga, que también es Patrimonio de la Humanidad por su biodiversidad.
Muchos guardabosques de este inmenso espacio natural protegido, necesitan atención psicológica pues cerca del 82 por ciento de ellos sufría trastornos mentales. Su trabajo: proteger los últimos bosques vírgenes del corazón de África, pero no es nada sencillo. Algunos han presenciado el asesinato de compañeros o patrullan zonas remotas, peligrosas, en ocasiones controladas por grupos armados.
La psicóloga Lorena Aguirre, fundadora del centro de Mutima, señala que, si bien es cierto que la salud mental es un problema en el mundo entero, los efectos de una guerra como la que sacude la RDC son devastadores en las personas. “Mantienen una vida que está sin sanar y no han sido vistas hasta ahora”.
Desde su apertura, el centro de Mutima ha tratado a más de mil pacientes, pero esta psicóloga reconoce que aún queda mucho trabajo por hacer.
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