BanateSudán.

A sus cuatro años, Taleb no puede ni ver ni caminar. El mercurio y el cianuro, dos metales pesados que se usan para extraer artesanalmente el oro del subsuelo de Sudán, arruinaron su salud.

«Mis primero cuatro hijos están bien, salvo Taleb, que es el único que nació después de que el polvo de oro recubriera el pueblo», asegura Awadya Ahmed, de 45 años, a la AFP.

«El polvo de oro» se refiere a una mezcla de metales pesados usado por los mineros artesanales para extraer el oro. Contiene mercurio, cianuro y otros agentes nocivos para el ser humano y el medio ambiente.

En Banate, un pueblo de 8.000 habitantes situado 360 kilómetros al norte de la capital, Jartum, hay pequeños montículos de este polvo blanco en todas partes, a la sombra de un huerto hasta en medio de un campo.

Para Aljayli Abdelaziz, un dignatario del pueblo, todo empezó hace cinco años. «Desde que aparecieron estos depósitos de polvo, han nacido niños con malformaciones y ha habido abortos, he contado 22 nacimientos con malformaciones», asegura a la AFP.

Mercurio en el agua y el cuerpo

En enero, un grupo de investigadores encontró grandes cantidades de mercurio en el agua potable de Banate. También hallaron rastros del producto en la orina y la sangre de los habitantes.

Este metal líquido de color plateado es especialmente peligroso una vez que está en el agua porque lo beben los animales y acaba en la cadena alimenticia.

Además, puede afectar permanentemente el cerebro y el sistema nervioso en desarrollo del niño en el caso de mujeres embarazadas.

Aunque Banate es el epicentro del fenómeno, en total hay «450.000 toneladas de residuos de extracción de oro saturados de mercurio nocivo» en Sudán, asegura Ali Mohammed Ali, de la Asociación Sudanesa para la Protección del Medioambiente.

La extracción del oro empezó desde la Antigüedad en Sudán, cuando los hombres bajaban en las entrañas de la tierra para sacar pepitas de oro. Pero durante mucho tiempo, no se usaba ningún producto químico.

Además, en las últimas décadas, solo las empresas profesionales se encargaban de este trabajo y de la gestión posterior de los residuos químicos.

En cambio, las minas artesanales copan actualmente el 80% de la producción de oro en Sudán, con dos millones de trabajadores diarios.

El 20% restante, es decir, 30,3 toneladas en el primer semestre de 2021 según las cifras oficiales, es extraído por empresas registradas oficialmente.

Los mineros «manejan productos químicos con residuos peligrosos, como el mercurio, que deben ser tratados por personas especializadas y de forma muy supervisada, sobre todo lejos de las casas y de las fuentes de agua», denuncia Saleh Ali Saleh, profesor universitario y especialista en el tema.

«Años para compensar los daños»

A unos 50 km de Banate, un grupo de mineros busca pepitas de oro en cubetas de agua llenas de roca mezclada con mercurio. Ninguno usa equipos de protección.

Entre ellos está Mohammed Issa, de 25 años, que vive en una región a 1.6500 kilómetros.

«Cuando llegué aquí, vi que todos lo hacían y que era el propio jefe de la mina quien nos traía el mercurio», asegura a la AFP.

Sin embargo, en 2019, unos meses después del fin de la dictadura militar-islamista de Omar al-Bashir, el gobierno prohibió el uso de mercurio y cianuro en las minas.

Pero aún hoy, en cualquier lugar de Sudán, «se puede comprar», dijo a la AFP bajo condición de anonimato el propietario de una mina artesanal que emplea a 95 mineros.

El comercio de oro (720 millones de dólares en el primer trimestre de 2022 según el Banco Central), ha estado controlado durante mucho tiempo por grupos vinculados a los servicios de seguridad bajo Bashir.

El comercio sigue creciendo y con ello, el daño ambiental, advierte Saleh.

«Las consecuencias no se eliminan fácilmente. E incluso si lo paráramos todo hoy, harían falta años para compensar los daños», lamenta.